viernes, 17 de febrero de 2023

"LLORICA".

Estoy leyendo la biografía de Oppenheimer. Me tiene abducido. Un personaje poliédrico, enigmático, contradictorio. 


Me ha impresionado la conversación que tiene con el presidente Truman días después de haber lanzado las dos bombas atómicas sobre  Hiroshima y Nagasaki. Estaban los dos , junto al secretario de estado. Oppenheimer salió con la certeza de que aquel hombre era muy limitado , " la incomprensión que mostró lo dejó pasmado". Truman era un hombre que compensaba sus inseguridades con exhibiciones calculadas de  chulería. En un momento determinado, el científico , retorciéndose las manos, nervioso, dijo:


- Siento que tengo las manos manchadas de sangre.


Estas palabras enfurecieron a Truman, relató después su secretario. " Le contesté que era yo quien tenía sangre en las manos, y eso era mi problema". Con los años el presidente adornó la historia y , según su versión, dijo " no pasa nada. En la colada todo se limpia"...se sacó un pañuelo del bolsillo de la pechera y se lo ofreció a Oppenheimer diciendo " tome... ¿ quiere limpiárselas?"


Un silencio incómodo se impuso, y el presidente dio por zanjada la conversación. 


Después, una vez que se fue el científico, dijo" ¡las manos manchadas de sangre!, no tiene ni la mitad de sangre que tengo yo en las mías. Uno no va por allí lloriqueando...más tarde dijo su secretario: " no quiero ver a ese hijo de puta en este despacho nunca más".


Años después de refería a Oppenheimer como el "científico llorica".


Me acordé de unas cuantas personas que se han cruzado en mi vida y que usaban la misma táctica de Truman para que uno se avergonzase de sí mismo. El uso  del insulto, del chulo que se burla y se siente superior, y te humilla y desprecia.


Aunque, salvando las distancias, claro. Ni yo soy Oppenheimer, ni Albert R. el presidente Truman.


Fui durante muchos años al UNIV, una convivencia/ congreso  de universitarios en Roma. Durante unos cuantos de esos viajes era director de uno de los autobuses.   Allí , entre otras cosas, se planteaba  la vocación de entrega a Dios en el opus dei a muchos de esos jóvenes.   Desde uno de  esos viajes, y por la nefasta experiencia que tenía, decidí que nadie de los que venían conmigo desde Barcelona escribiría la carta pidiendo la admisión a la obra. De hacerlo, lo harían al regresar, ya en frío. En la convivencia se chutaban  mucho, y luego pasaba lo que pasaba, que se arrepentían al  regresar.


Una vez vino a una reunión de los directores del autobús el que entonces era el director del la obra de la labor de jóvenes en todo el mundo. Se llamaba Albert. Un misterio que ese hombre ocupase ese cargo. Y otro misterio que fuese al IESE. Todo en ese ser humano es un misterio.


Apretó mucho para que uno de los jóvenes escribiese la carta pidiendo la admisión a la prelatura.  Estaba empeñado. Dije que no. Insistió en las virtudes del  candidato, que yo conocía muy bien. Volví a decir que no. Y dije que no, en eso me recordó la anécdota de Oppenheimer, porque estaba harto de mancharme las manos de tinta de cartas que no servían pàra nada.  


A la salida me estaba esperando Albert.


- No entiendo esa obcecación, Suso.


- Es que tengo el criterio, por experiencia, de que hasta que no vuelvan a Barcelona nada de nada.


- ¿ Y eso?


- Porque ya sé lo que pasa.


Entonces me sonrió - no debía de ser muy distinta esa sonrisa  , fría y con su puntito de sadismo, de la de Truman- y susurró:


- ¿Te has vuelto prudente, Suso?


Sonaba al  "llorica" del presidente.


- No juegues a eso,  por favor.


Fue la última vez que dirigí nada en el UNIV. 




4 comentarios:

  1. Echarte en cara, como si fuera un defecto, que practicaras la virtud de la prudencia... pues tiene collons, y muestra cómo un señor "muy sobrenatural", puede dejar de ser "humano", contradiciendo con eso desde la a a la z la doctrina clara de aquel a quien decía seguir...

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  2. Truman comparado con Albert R. (o chucky el muñeco diabólico) era un aficionado.

    Y tú en la univ eras sólo una animadora. No te hagas el importante.

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  3. ¡Vaya, don Sabelo Todo!

    Pues sí que conocías tú a Truman y Albert R. ¡ Que listo eres, coño!

    ¿Animadora yo?... qué mala es la envidia .

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  4. Lo único que he hecho es escribir tal cual la anécdota que cuenta el libro.

    No sabía que me leía un forofo de Truman...

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