sábado, 18 de febrero de 2023

UNA CONFIDENCIA A CALZÓN QUITAO.

Hace años, estando de director en Bauprés,  vino de visita , en una cosa que se llamaba " Comisión de servicio" un señor que era muy principal.  Venía de Roma. Su fama le precedía, pues era de las primeras vocaciones del  opus dei y, además, era el director de la obra de todos los numerarios. Se hablaba de él en un tono reverencial.


Se llamaba Fernando Valenciano, pero se le conocía como " Don Fernando Valenciano". . Creo que aún vive, pasa los cien años. Era un hombre pequeñito, de mirada dulce, ojos claros, muy limpín y atildado. Vestía de traje y corbata. Todo en él era ordenado, muy arreglado, medido. Sonreía, y su sonrisa  , al menos a mi ,  recordaba la de esos muñecos  de los viejos ventrílocuos, de mirada fija, abierta, cristalina y simpática.


Me dijeron que debía de hacer la confidencia con él. La confidencia es una charla que se hacía semanalmente  con tu director, una especie de dirección espiritual. Sólo que, en este caso, era  con un ser que a mi me parecía superior, un santo, alguien de altísima vida espiritual, que había vivido muy cerca del fundador de la obra, y que transmitía una paz y una hondura espiritual cosa fina. El Espíritu Santo  volaba en lupin sobre este hombre.


Me preparé la charla a conciencia. Pensé: "venga, Suso, a calzón quitao". Me parecía, y lo escribo en serio, que esa charla podría llevarme  muy cerca del linaje fundacional. Creía que se maceraría en mi la sensación de pertenecer a lo más hondo del espíritu de la obra, y eso pasaba por admitir que ese hombre estaba en el origen de todo.  


Comenzó la confidencia.  Hablé de  mis inconstancia, mi pereza, de lo que me gustaban " las tías", de que tenía una imaginación un tanto enfermiza y descontrolada, de lo destemplado que era en el fumar, el que " bebía con manguera" , lo que me gustaba exagerar y llamar a atención, esa vanidad con la  que disfrutaba siendo el centro de la vida de los lugares donde estaba , de que me enamoraba con mucha frecuencia de  las madres del colegio, que si le ponían una falda a una farola ya estaba diciendo tonterías...


El hombre, sentado en una butaca, me miraba y sonreía en silencio. Era como si el ventrílocuo se hubiese ido a dar una vuelta y hubiese dejado al muñequín  allá puesto, observándome fijamente . Sonriendo. 


Terminé. Seguía mirándome y sonriendo. No decía nada. Y yo, pues lo mismo: le miraba y sonreía. Y pensaba " ¿ cuándo cojones me dirá algo?, ¿ cuándo viene el ventrílocuo?


Y Don Fernando Valenciano  seguía allí mirándome, sonriendo.


Y , de repente, sin dejar de sonreír,  dijo:


- Supongo que si  eres el director de este centro es porque los directores te conocerán muy bien. No te preocupes.


 Y a tomar pol saco. Eso fue todo, Aquel hombre no había entendido nada de lo que yo le había dicho. Debió de pensar " ¿tías?", "¿ beber con manguera?",, "  faldas en una farola?". Suso para ese tío era un puto marciano...y decidió que si me habían puesto allí sería por algo. Y suspendió el juicio.



 



3 comentarios:

  1. En efecto, Don Fernando vive y cumplió cien años el pasado día uno.

    Dios te bendiga, hijo mío.

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  2. Tiene gracia la anécdota, pero bien mirando su respuesta fue prudente y coherente: no te conocía y por una charla no iba a sacar conclusiones, así que descargó toda la responsabilidad en tus directores inmediatos. Ellos sabrán lo que hacen ….

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  3. Pues sí...de todas formas, tengo la impresión de que es persona sin imaginación y eso dificulta mucho ponerte en la piel del otro.

    De todas formas, un tipo bien majete y buenísima persona

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