Un asunto que aprendí de ms años en el Inter Mitente fue que las cosas salen adelante gracias al currito, a las inteligencias medias, al normalito, al que no se da un pijo de importancia y está allí: el de portería, el agregado que está de comodín para atender a un retiro , el supernumerario celador del que se tira para que imparta el círculo, mientras el numerario está viendo la Champions. Incluso el pringado que va una hora antes a un retiro mensual y prepara la mesa de meditaciones, y enciende las velicas.
Esos.
Luego están "los otros". Los de las gafas de tío listo con barba mierdera y Máster. Los que visten pijo. Los que dicen "pax" y parece , yo qué sé, que Dios anda en el móvil de ese baranda.
Porque los pringados no dicen "pax, susurran " pas". Porque es que no hay manera.
No siempre nos damos cuenta pero, aprendí que lo que llamamos grande es una puta mierda, y lo pequeño invade nuestro corazón con la fuerza de un gigante. Aprendí mucho de personas de las que no puedo escribir su nombre , porque no les gustaría verse citados aquí.
Bastantes conocéis de quienes hablo. Joan Valls era uno de esos hombres.
La vida no sé qué es exactamente, pero pienso que es la medida exacta del ser humano. Somos gente imperfecta y voluble, capaz de lo mejor pero también de lo más vulgar. Esa criatura que camina entre el odio y el amor, entre la victoria y la derrota, entre el azar y el coraje.
Pero hay un tipo de ser humano que está. Son buenos sin querer ser buenos. No se lo proponen.
Fuera pasan historias. Historias verdaderamente mollares. Pero cuando me acuerdo de B., en Bauprés, obedeciendo llevando a cabo un encargo que sabía que le pillaba a pie cambiado, porque era un huerto. Y parecía como esos niños que empiezan a escribir con esfuerzo su nombre, con mucha atención , con poca paciencia, y la B le sale bien. Y sigue el tío. Y luego traza la U la L… hasta terminar. A su manera.
Y sabía que sólo podía contar con él. Porque tirar de otro era un choque de trenes.
Estoy convencido que la historia es un cúmulo de sentimientos que suceden solo de puertas hacia dentro. Y que no nos enteramos de nada. Que la historia somos nosotros en nuestros pequeños retos. Nuestras taras. Nuestras preocupaciones. Y cómo vencemos a las resistencias de la vida. Sin desfallecer, con un inesperado entusiasmo.
Como éste del que os hablo. Esta entrada es mi homenaje.
Porque no es fácil ser lo que somos. Seres tan frágiles como codiciosos de honores, como generales norcoreanos con el pecho forrado de condecoraciones.
Y, sin embargo, allí están esos tíos, cada día, dando lo mejor de ellos mismos Haciendo historia, Aunque sea una historia escrita en minúsculas.
Me ha encantado la entrada homenaje. Ojalá que el protagonista la lea (se merece todo lo mejor). Intuyo que es lector del Bar Ullo. Así que aprovecho para enviarle un abrazo inmenso, inconmensurable.
ResponderEliminarA pesar de la distancia, ¿mantienes el contacto con B.? Es de las personas que vale la pena conservarlo por los siglos de los siglos. Si lo mantienes (el contacto, digo), afortunado eres.
ResponderEliminarNo sólo mantengo contacto.
EliminarHace un año me recordó uno que al dejar Bauprés le aconsejé que nunca perdiese amistad y contacto con el. Me llamó para decirme que cada año quedaban para comer y charlar
Me agradeció el consejo.