sábado, 1 de octubre de 2016

PERROS EN LA CIUDAD

Caminando por sant Cugat es  frecuente encontrarte con  pijos  que son paseados  por perros de  toda clase de razas y pedigrí . Aquí  se valora  mucho  el estatus según el perro. 

Puedes cruzarte con un tío de un metro noventa que lleva en brazos un caniche , mientras  le acaricia el cogote. O un Dogo de Burdeos,que es como un caballo.  A veces  desde una  verja  me ladra un  dálmata. Su  dueña, que está jamona, da un poco de cosa cuando la ves recogiendo  los excrementos sólidos  compactos del chucho. 

En esta ciudad  es un clásico el enfrentamiento perruno a ladridos entre dos perros que se cruzan en la calle. No entiendo  lo que se dicen en ese idioma de ladridos  feroces, pero intuyo que será "¡eres un hijo de puta"..."¡y tú una creída, guarra!"

Hay una señora que lleva atados a la correa cuatro perrazos. Le acompaña un hijo mayor con síndrome de Down. Son los dueños de la calle. Y el guirigay que se arma cuando se cruzan con otros animales es  espantoso.

No me  gustan los perros, y a veces  los  pateo en el trasero sin que sus  dueños  lo adviertan.  No me mola contemplar tantos colmillos dispuestos a devorarme, analizar los diferentes grados de su rencor hacia mí. Soy de los que se   levanta  de la cama con la falsa euforia del que cree tener derecho a ser feliz. 

Esta fea  costumbre de  patear perros la  aprendí de  un sacerdote que les tenía fobia. Como  llevaba sotana,se cuidaba mucho de  montar un escándalo,pero sufría auténtico terror si un can se le acercaba. Pero si comprobaba que no era observado por el dueño, o la dueña, le pegaba un punterón  en el culo al chucho que lo enviaba correa alante  , mientras el aullido se oía  quejoso y agudo.

Para iniciar la jornada nada mejor que le ladren a uno los perros de los ricos. Si puedes, le  das un buen meneo. A partir de ahí, todo lo que pueda suceder durante el día siempre será maravilloso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario