Antes de dormir me imagino como giramos a una velocidad de 30 kilómetros por segundo alrededor del Sol.
Viajamos en un tren por cuyas ventanillas, como los viejos postes del telégrafo, cruzan los años, los sucesos y la memoria con un movimiento uniformemente acelerado, y no hay manera que pueda detener a este.
La Tierra gira también sobre su eje, así que el viaje se inicia en Australia, y el vagón viaja de este a oeste para formar una vía de locura momentánea sobre todos los meridianos del planeta.
Sueño despierto. Cuando en Moscú la gente baila en Sidney ya estarán durmiendo , pero en Nueva York ni siquiera habrá amanecido y en California aún será el día anterior.
El lucero prenderá durante unas horas sucesivamente la cúspide de las ciudades, Berlín, París, Madrid, Lisboa, y se irá apagando por detrás.
Sigo en duermevela. La Tierra gira y la luz acaricia las zonas oscuras de hambre y de guerra donde sólo brillan en las tinieblas las flores del miedo , y las promesas de amor de jóvenes que se aman , y todos los sueños se ahogarán en el Atlántico. La alegría, las lágrimas, el dolor, la oración, el miedo, llenarán toda América, naufragarán después en el Pacífico y cuando lleguen a las Islas será el fin de este viaje, que parece caminar ciegamente hacia el acantilado como aquella bíblica piara de cerdos que Jesús envió.
Poco después , los habitantes de Gerasa le pidieron que se marchase de allí.
Todavía no estoy dormido. ¿Cómo podría uno esta noche detener el tiempo? Si desde el fondo de un pestilente basurero que es mi pobre alma pudiese besar la flor que sembraste y brotara en medio de tanta mierda el perfume que dejaste.
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En las tierras heladas de Terranova un oso polar busca focas. Si puede elegir cazará a la mås vieja y enferma, y si no, irá a saco y con un certero zarpazo escribirá una frase en la novela de su vida.
ResponderEliminarMientras se come las entrañas de la foca observará un azul atardecer helado y se entretendrå vigilando un horizonte blanco mientras su cría juega a despanzurarse por una duna de nieve.
No lleva cuenta de los meses, ni de los días ni de las horas.
Le vale con mirar la altura del sol y saber que es invierno.
Y sentir nadar a las focas bajo un hielo que le regala dos docenas de colores azules.