viernes, 18 de agosto de 2017

MORIRSE EN MATILLA DE ARZÓN.

Lo  aprendí de  Manuela, de  nuestra  vida  en Matilla de Arzón, ese  pueblo donde  no estará  mi tumba. ¡Y  bien que  lo  quisiera! 

Cada  vez  que  me  voy allá  me  parece  que  se está  en  casa. Esos  caminos, esas  casas  de adobe, esos campos   de cereal,  guardan  la memoria  de generaciones  que  han sabido quererse  y respetarse  a  su manera.

En el pueblo no se le da mucha importancia a las cosas de la vida: si uno se va, ya volverá; si uno enferma, ya sanará ; ¿ que se muere?, pues se le entierra. 

Después de todo, el pueblo permanece y algo queda de un@ agarrado a los cuetos, los chopos, aquel girasol, o los rastrojos.

En el pueblo, la carne de un@ se hace tierra, y si los trigos y las cebadas, las liebres y los pájaros medran y se reproducen es porque un@ les dio su sangre y su calor.

La imagen puede contener: hierba, planta, exterior y naturaleza

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Una  oración  por  la  buena  gente  de  Barcelona. Por  tod@s.

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