(Aunque la entrada es sobre una mujer, podría escribirse de un hombre).
M. Es una mujer paleta. Probablemente muy cortita.
M. Es una mujer paleta. Probablemente muy cortita.
No supo crecer ni formarse al ritmo social que ascendió su marido . También él era paleto, bastante, pero supo barnizar sus maneras. Por ejemplo, aprendió a decir " management" y cosas así.
Ella cantaba como la gallina Caponata, llamaba la atención , y quería darse tono tratando temas que no venían a cuento :
- ¿Qué opinas de la homosexualidad?: vamos, tengo un hijo marica y no pisa mi casa.
O " ¡ qué bien se reza en la explanada de Medjugorne !". O " tengo que vigilar a mi hijo en según qué cosas porque no te creas que a los veinte años se tiene criterio, oye".
- ¿Qué opinas de la homosexualidad?: vamos, tengo un hijo marica y no pisa mi casa.
O " ¡ qué bien se reza en la explanada de Medjugorne !". O " tengo que vigilar a mi hijo en según qué cosas porque no te creas que a los veinte años se tiene criterio, oye".
Su casa estaba decorada de manera pacata y cursi: marcos de plata distribuidos en aparadores con bases bordadas de ganchillo blanco y horteradas muy principales . Sobre la mesa de centro , con un tafetán de ganchillo, unos ceniceros de cristal tallado . Unas figurillas de porcelana en los anaqueles de la librería y, el colmo, le chiflaba que las flores del salón fueran a juego con "los sofáre".
Con sus exigencias estéticas construía un infierno de elegancia de celofán en el que su marido y sus hijos , y ella misma, morían cocidos a fuego lento.
La señora, encima, pensaba que daba una imagen de hogar luminoso y alegre, una familia perfecta, de una vida plena...
Hasta que su marido, un hombre sin cuello, la mano abacial apta para bendecir casi apostólicamente a quien se pusiera delante, con aire de galápago anfibio revestido de un halo de santidad , pero con todo su rencor intacto , la dejó . Fue algo así como cuando uno salta por la ventana antes de que el incendio devore la casa.
¿Y por qué abandonó ese barco?, os preguntaréis.
Pues porque estaba hasta los cojones.
Con sus exigencias estéticas construía un infierno de elegancia de celofán en el que su marido y sus hijos , y ella misma, morían cocidos a fuego lento.
La señora, encima, pensaba que daba una imagen de hogar luminoso y alegre, una familia perfecta, de una vida plena...
Hasta que su marido, un hombre sin cuello, la mano abacial apta para bendecir casi apostólicamente a quien se pusiera delante, con aire de galápago anfibio revestido de un halo de santidad , pero con todo su rencor intacto , la dejó . Fue algo así como cuando uno salta por la ventana antes de que el incendio devore la casa.
¿Y por qué abandonó ese barco?, os preguntaréis.
Pues porque estaba hasta los cojones.
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Jajaja suele pasar! A los hombres se os barniza mucho más fácilmente; se os compra un traje bueno, se vigila que llevéis los zapatos limpios... y listo, ya sólo tenéis que mantener la boca cerrada.
ResponderEliminarEn el caso de las señoras... siempre, siempre canta!