Es por la noche cuando acostumbro a hablarle, a ella y también a mi padre.
Cuando todo está oscuro , ellos brillan con una luz maravillosa.
Sé que están allí, atentos, con la oreja de guardia.
Saberlo me tranquiliza - cómo de niño me tranquilizaba dormir escuchando la voz de mis padres charlando en la cocina.
La santidad no tiene nada que ver con lo que imaginamos. Por la calle ves una madre llevando a sus hijos a la escuela como la señora pata lleva sus crías al bebedero. Unos gorriones cantan al aire libre haciendo de sus trinos una oración que asciende directa al cielo.
Unas margaritas blancas están abiertas a la lluvia, a la sequía, o a que alguien las arranque y se las lleve a la mujer que ama.
Eso es la santidad. O, mejor, también es santidad. Esa impecable manera de ser que consiste en no hacer nada, dejar hacer a eso que llamamos "gracia". Esa es la luz a la que me refiero de mi padre y Manuela.
¿Pero me entenderá alguien?
Camino sumido en mis cosas y aparecen esas margaritas de color blanco que sube a las hojas como el rojo a las mejillas de los tímidos. Son un canto de alabanza al amor de Dios. Santidad, cosa fina.
La vida raramente consigue alcanzarnos . Es como una madre que se arranca el corazón para dárnoslo a comer. Y le decimos que no. No a esas margaritas, a esos gorriones, a las aves, al viento,a la luz.
El paraíso sería vivir todo este día con una sola de estas flores.
Cuando todo está oscuro , ellos brillan con una luz maravillosa.
Sé que están allí, atentos, con la oreja de guardia.
Saberlo me tranquiliza - cómo de niño me tranquilizaba dormir escuchando la voz de mis padres charlando en la cocina.
La santidad no tiene nada que ver con lo que imaginamos. Por la calle ves una madre llevando a sus hijos a la escuela como la señora pata lleva sus crías al bebedero. Unos gorriones cantan al aire libre haciendo de sus trinos una oración que asciende directa al cielo.
Unas margaritas blancas están abiertas a la lluvia, a la sequía, o a que alguien las arranque y se las lleve a la mujer que ama.
Eso es la santidad. O, mejor, también es santidad. Esa impecable manera de ser que consiste en no hacer nada, dejar hacer a eso que llamamos "gracia". Esa es la luz a la que me refiero de mi padre y Manuela.
¿Pero me entenderá alguien?
Camino sumido en mis cosas y aparecen esas margaritas de color blanco que sube a las hojas como el rojo a las mejillas de los tímidos. Son un canto de alabanza al amor de Dios. Santidad, cosa fina.
La vida raramente consigue alcanzarnos . Es como una madre que se arranca el corazón para dárnoslo a comer. Y le decimos que no. No a esas margaritas, a esos gorriones, a las aves, al viento,a la luz.
El paraíso sería vivir todo este día con una sola de estas flores.
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