lunes, 21 de agosto de 2017

MUDANZAS SIN NADA QUE GUARDAR.

Me  entretuve en contar  todas  las  mudanzas  que he  realizado en mi vida: suman veintinueve   hasta  hoy, sin contar  pequeños  traslados.

En todas  me fui  sin  llevarme  nada. No  guardo más  que recuerdos. Ni fotografías, ni  objetos, ni "cosas". Exceptuando  los anillos de  boda  con Manuela, y la medalla de mi primera Comunión, gracias a  mi madre.

Si  la  muerte  es  irse  sin nada, me  pillará preparado. 

Pero  la  verdad  es  que  siempre hay algo que no tiras nunca y no es necesariamente una cosa. Para mi  son  una luz, una espera o un nombre.  Muchos nombres. 

Quizás sea una habitación en la penumbra, provocada  por  las   rendijas de  una persiana  , y uno de crío sentado en las espaldas de tu padre haciendo flexiones, o  una casa  sin  puertas  y el amor  desbocado  y descalzo , o quizás una hora en un día concreto, en una cafetería  que se llamaba Otelo, o un atardecer en el  Cortile de san Dámaso abrazado a Juan Pablo II, o un  encuentro inesperado y feliz  en la trastienda de un catering...cada uno  tiene  sus  recuerdos.

Es algo de lo que te quedas prendado, sin motivo, sin necesidad. Es una fidelidad silenciosa a lo que pasa y a lo que esperas. Es un amor taciturno, inmóvil: se posa en el fondo del alma, como en el fondo del hueco de una manos  que beben  de  la fuente. 

Deja una nada de luz, un polvo de cielo azul.

Puede llegar a través de un libro, en una estación de  tren , de  una  invitación anónima a  pasar unos días no sé  donde,   o a  través  de  una balada. Puede llegar con cualquier porción del mundo o del alma. Y te acompaña, y te sigue a donde vayas. 

El tiempo pasa, pero existe esa cosa, esa claridad, ese nombre. 

De vez en cuando la debes considerar aparte, como ella exige, en silencio. Y ves que no envejece, no cambia. Brilla como el primer día que la escogiste. Y sabes que esta cosa que has escogido, que da luz y te guarda, reside simplemente ahí.

Y esta cosa ¿para qué sirve? Para nada. Está exenta de la utilidad mortal de todas las cosas de la vida. Brilla por su inutilidad. Lo que no sirve para nada, vale para mucho. Tiene su lugar en el mundo, en el alma, en esa belleza que no se apaga.

Tiene lugar en todas partes. Puedes  deshacerte  de todo menos de esa cosa. Menos de este nombre, menos de este cielo, de una primavera en la vida que no se apaga jamás.  Ese  centro de  gravedad  te   retiene y te  vuelve a llevar ahí cada vez. 

La dulce pendiente te inclina el corazón y el alma hacia esta única cosa, como hacia un reposo. No es un enigma, es un misterio de la infancia.

Esas  cosas  no  necesitan  ser  ordenadas , lo hacen solas. Y  te  voy a  contar  un  secreto, al menor  para  mi son  eso:   migajas de la existencia de Dios. 

Esa manía que tenemos  de guardar cerca de uno  esa  ramita, una piedra, un silencio…


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