martes, 22 de agosto de 2017

ROSTROS QUE SON LIBROS

Ando   por  la calle  hacia  la estación de sant Cugat.

Todos  los días  me  cruzo  con  las  mismas personas. Disfruto  interpretando esos  rostros, como partituras  con su propia clave, y su  melodía  escondida.

Recuerdo  mujeres  que amé.  Me  chiflaba  verlas  muy cerca,  mirándolas a los ojos. Amar a alguien es leerle. Es conocer  todas las frases que están en el corazón de  la  otra  persona  y al leerlas, liberarlas. Es desplegar su corazón como un pergamino y leerlo en alto, como si cada uno fuésemos un libro escrito.

Hay más texto escrito en un rostro que en todos los  volúmenes  de  la Biblioteca  del Congreso  de los Estados  Unidos. Hay  rostros  que  tienen hasta  notas a pie de página.  

Una  de   las   cosas  de  mi  infancia  que  me  hacían disfrutar  de verdad   era  que  mi madre me  contase una y otra vez   algún  episodio de mi infancia. Era  como  volver a  leer  un texto de  mi vida, o  rememorar  una  película   protagonizada  por  uno.

Hay   personas a quienes nadie les ha leído.  ¡Están  tan solos! : caras   tristes  de contener las frases que ninguna mirada ha recorrido jamás. Son como libros cerrados. Una madre lee en los ojos de su hijo antes de que él sepa expresarse. 

Lo más terrible que pueda suceder, entre dos personas que se aman, es que una de las dos, piense que ya lo ha leído todo  del  otro y se aleje. El corazón sólo está acabado y hecho cuando está fracturado por la muerte. Hasta el último momento se puede cambiar el contenido del libro. No acabamos de leer mientras que el otro está vivo.




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