jueves, 21 de mayo de 2020

APRENDE A DECIR " ¿QUIELE BOLSA?, GLASIAS"

Quisiera dar una voz de alarma.

Por sobrevivir, estamos sacrificando voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, estar unos con otros, el sentimiento de comunidad , la cercanía. Con la se acepta sin pestañear la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento.

La virología le chulea a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación....¡ harto me tienen con eso de " los científicos ".

Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa.


El pánico ante el virus es exagerado.

La edad promedio de quienes mueren en Europa por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad...¿ qué interés hay en que nos muramos a los 100 años...o en que se monte un artificio para aplicar instrumentos de control rollo 1984?

Acojona oír  los elogios que están propagando en estas semanas de la enseñanza telemática. Ese es un peligroso caballo de Troya .  Aprovechando la pandemia, trata astutamente de derribar los últimos baluartes de nuestra intimidad . 

No hablo, claro, de la situación de emergencia. Ahora no queda otra para salvar el curso del desastre.

Pero parece que se pretende desarrollar unos modos de control telemáticos  que crearán un cambio de mentalidad Afirman que ya no podremos volver a u estilo de vida tradicional, como mucho  algo  híbrido.

Incomoda vivir  en un mundo que no reconozco.

Gracias a su tradición cultural, las naciones asiáticas tienen una “mentalidad autoritaria”, son más propensas a obedecer. Y confían en el Estado. Para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. De este modo, en la batalla contra el virus se encuentran científicos y especialistas en informática y macrodatos.

Pensar en la colonización que durante años el mundo occidental ha sufrido de China, y ver lo que hoy se pretende...¿ alguien duda que pueda cambiar el poder de manos en este mundo?

Lo profetizó José Mota en un especial de navidad.

Tengo clarísimo que el contacto y la relación entre nosotros es lo único que puede dar verdadero sentido a nuestras vidas .

¿Cómo podremos arreglarnos sin los ritos que han dado vida a nuestras familias, a nuestras costumbres? ¿Cómo podremos vivir  sin mirar a los ojos de la gente, sin reconocer en sus rostros los gestos de desaprobación o los gestos de complicidad? Las calles  sin la presencia de personas  se volverían espacios vacíos, privados del soplo vital.

Ojo, se está  perdiendo a idea de formar a nuestros hijos como parte de  una comunidad en la que se forman los futuros ciudadanos que podrán ejercer su profesión con una fuerte convicción ética y un profundo sentido de la solidaridad humana y del bien común. Estamos olvidando que, sin la vida comunitaria, sin los rituales  del día a día , no puede haber ni transmisión de saber ni formación auténtica.

Lo profetizó Antoine de Saint-Exupéry, cuando dijo que no existe más que un verdadero lujo, el de las relaciones humanas.

Ahora podemos medir eficazmente la diferencia entre emergencia y normalidad. Hoy nos movemos entre videollamadas, Facebook, WhatsApp , pero  cuando lleguen los días normales, esos mismos instrumentos pueden conducir a peligrosos espejismos.

El mundo virtual viene a ser algo parecido al simulador de vuelo que usa el aprendiz de piloto. Pero  esa simulación no es volar. Lo mismo que un like de facebook no es amor, ni siquiera que le gustas.

Una relación, para ser genuina, necesita lazos vivos, necesita lazos reales, necesita lazos físicos. Y lo mismo ocurre con los usuarios de las redes sociales. Detrás de la conexión permanente con los demás, lo que acaba por formarse es una nueva forma de terrible soledad. Sería inimaginable, claro, vivir sin internet o sin teléfonos, pero la tecnología, como un fármaco, puede curar o puede intoxicar.

Depende de las dosis.

Estamos viviendo un cambio que da mucho miedo.




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