De todas las cosas que me ocurrieron el domingo juraría que aquella persona que me crucé en la estación de autobuses de Cambados fue la única que de verdad me sucedió.
Pasó cerca de mi mesa a la hora del desayuno, del que daba buena cuenta en una cafetería . Entró , dio una docena de pasos hasta uno de los aparadores con bols de frutas, sandwichs , embutidos. Hablaba por teléfono. Cada pisada en su horma, como un aplauso en unas manos. Cada uno de sus pasos con la holgura precisa, como las zancadas de las tops models en la pasarela Cibeles , triangulando isósceles como un compás en manos de Miguel Ángel . Vertical , felina y silenciosa, almohadillada , una caligrafía estilográfica al andar.
Recordaba un velero atravesando la fresca madrugada de la mañana con el bauprés que estela las baldosas con sus zapatos de tacón.
Leía "La Voz de Galicia" mientras sorbía un cortado. Al ver aquella mujer al periódico se le quedaron mustias las páginas y perdí todo interés.
Entonces , cogió un bol de frutas variadas, se giró perfumando de aromas caramelizados mi entorno, y se largó por donde había venido sin pagar. Por la cara. Por la patilla, la tronca.
La seguí. Continuaba hablando por teléfono, aunque me temo era una estrategia.
Poco después me crucé con ella en el Paseo Marítimo.
- Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Usted dirá- contestó con voz afónica y mirada Dietrich
- Antes, en la cafetería- ...me pareció que no lo has pagado...
- Es que soy la dueña- dijo con ojos picaruelos .
En las cafeterías de las mejores estaciones del mundo tiene que haber mujeres así, con la mirada algo cansada de andar de acá para allá, con las pestañas pintadas y labios que parecen besar al campeón del Tour .
Interesante ser humano, me dije. Pensé que el número de teléfono de una mujer como aquella pertenecería a los misterios insondables de la caja fuerte del Banco de España . ¿Cuántos cadáveres tendrá a la vera del río de su vida pudriéndose entre los juncos de un pantanal?
Seguí a andando , pero tenía estampada en el rostro, como una calcamonía , la imagen de aquella mujer...¿qué tendrán las mujeres malas?
Al llegar a casa mi día estaba lleno de malos presentimientos , mientras en mi corazón se arrugaban el tiempo, la luz y el sol.
Cuando estoy así la tristeza puede hacerme que vaya donde no quiero ir.
Cuando estoy así la tristeza puede hacerme que vaya donde no quiero ir.
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