martes, 12 de mayo de 2020

LA FUERZA QUE HIZO QUE TODO SALTASE POR LOS AIRES.

Estamos rodeados de límites. En ellos nos movemos, existimos y somos. 

Límites de velocidad, de tiempo, de edad, de altura, de presión, geográficos, sanitarios, educativo...leyes y más leyes, normas, reglamentos.

Desde que habitamos en ese pequeño espacio que durante nueve meses fue nuestro hogar y es el útero materno. A partir de ahí,  los límites forman parte de nuestra vida. Más o menos grandes, más o menos lejanos, más o menos transparentes…pero siempre límites. Para muchos la familia fue el primer espacio cerrado, irrespirable, viciado. ¡Qué pena !

Y nos parece lo normal, lo que hay que hacer, nos adaptamos a ellos, a las normas, a las costumbres, a lo establecido, a eso que vemos a diario en otros, al modo en el que nos han educado. Algunos de esos límites son reales, otros imaginarios.Y vamos creando nuestra jaula . Incluso decimos a quien quiera escucharnos "¡ qué bien se vive aquí!" 

Esa jaula ni siquiera parece una jaula porque la disponemos a nuestro gusto, disimulamos los barrotes - algunas no se ven porque la jaula es muy grande. Vivimos en ella sin apreturas, con todas las comodidades e, incluso, tenemos la llave. Vivimos dentro de unos límites amplios en casi todos los sentidos y también por eso no parece que lo sean. 

Pero, amig@ , es una  jaula y han conseguido que no nos apetezca salir de ella. Que, aún teniendo la llave, no nos planteemos ni siquiera no regresar cuando salimos. Nos hace sentir cómodos y protegidos cuando, realmente, no somos más que bonsais  , podados, transplantados, manipulados. Pareces un árbol, pero no lo eres.

Piensas y crees que es ahí donde debes estar. Ahí dentro con los prejuicios y convencionalismos, con la doble moral, con las mentiras aceptadas, con lo que se supone normal, con lo políticamente correcto, con toda esa mierda que vives.

Eso fue mi vida durante muchos años hasta que llegó un momento en el que  sucedió. Fue como que una de las fuerzas que me mantenían en equilibrio saltara por los aires, y con ella todo lo demás.  El tensor  se rompió  e hizo que mis esquemas se fueran al garete, como si una mano juguetona destrozara la partida de ajedrez  , me obligase a levantar y decidir no jugar más. y  salir de esa bonita y confortable jaula y dejara las llaves. 

Y cerrara la puerta tras de mí sin mirar atrás, para no regresar. 

Entonces comencé a ver claro, comencé a verme como era, no como se suponía que debía ser. Y me sorprendí. Y vi que los límites se desvanecían.. Y respiré. Y me vi distinto. Y me sentí bien. Y me gusté. Y sentí que romper límites me hacía sentir fuerte.

En realidad, todo eso ya estaba dentro.

Entonces uno tenía 43 años. Y esa fuerza que hizo que todo saltase por los aires, ese vector que me mantenía en equilibrio, era el amor.


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