viernes, 15 de mayo de 2020

MEMORIA DE DON JUAN ANTONIO LOBATO (III)

Sus meditaciones eran inolvidables, aunque no del gusto de todos. Se adornaba tanto, y daba tantos giros poéticos, abusando de recursos como los silencios, o giros poéticos  y esas cosas , que a alguno les sacaba de sus casillas.

Una tarde se refería en una de ellas a la lección que le dio en Zaragoza " una noche fría me encontré con una niña...¿ o era niño?...no lo recuerdo"...

Siguió hablando de esa lección que le dio " esa niña...¿o era niño?...no lo recuerdo"...

Y terminó refiriéndose por fin a la lección que le dio " esa niña...¿o era niño?...no lo recuerdo".

En esa meditación estaba Antonio Valero, primer director del IESE y una de las personas más guasonas que he conocido, y soltó en medio de la oscuridad del oratorio:

- ¿ Se puede saber, Juan Antonio, qué haces tú hablando con travestis en  Zaragoza.

Las risas se oyeron en Sebastopol.

Pero era hombre humilde. A veces le cortaban las meditaciones por lo sano, pues se le iba el tiempo hasta más allá de la media hora de rigor, y nunca le pareció importarle. Y  lo de cortar por lo sano era siempre algo brusco. Levantarse la peña y marcharse.

Era genial.

Una mañana estaba en el despacho de Viaró recibiendo una bronca del director, Javier Guillén.  Creo que era porque en un dictado en clase de Lengua - me los inventaba- había recitado " el pastor de las ovejas, Guillén Mengele,  tiene cera en las orejas"....y, claro, algún padre gilipollas le fue con el cuento, y el dictado escrito por el niño, al director.

Estaba recibiendo la bronca y se abre la puerta de dirección. Era don Juan Antonio.  Entró enfadado, parecía que el mosqueo venía de alguna conversación que habrían tenido minutos antes.  

- Mira, Javier, de lo que me has dicho antes creo que...

Y Guillén se levanta, se pone en posición de firmes, imita como que toca una corneta, y delante de las narices del mosén comienza a tocar " TATÍTARARÍ, TARARÍ!!!

- No te burles, Javier, hablo en serio...

Y el otro seguía " ¡¡¡TATÍTARARÍ, TARARÍÍÍÍ!!!

Yo, en medio de los dos, no sabía qué hacer. Todo era surealista...así que me levanté y me puse a tocar la trompeta al lado del director , mirando a don Juan Antonio., ¡¡¡TARARÍ TARARÍ!!!

Y se fue.

Lo que me sorprendió es que no se enfadó.

Era muy bueno.



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