martes, 19 de mayo de 2020

JUGANDO CON LA VIDA.

Torrente Ballester, en su libro El Quijote como juego, afirma que lo que hace Alonso Quijano cuando sale al mundo vestido de caballero andante es ponerse a jugar con las cosas. Y así, por ejemplo, cuando dice que los molinos son gigantes no es tanto que confunda a éstos, los gigantes, con aquellos, los molinos, como que juega a que es así, como haría cualquier niño cuando afirma que una silla es su caballo. 

Y jugar para los niños no es otra cosa que dar cuenta en el mundo de la vida de sus deseos, llevar su verdad a la vida real.

Eso es lo que he hecho toda mi vida: jugar.

La única persona que de verdad intentó ayudarme, y entenderme, cuando dije que quería  dejar el opus dei  se llamó  Emilio. Entonces era director de la prelatura y fue la persona a la que le comenté mi decisión de abandonar el barco.

Muchísimas personas  han intentado ayudarme durante mi vida: mis padres, los jesuitas, sacerdotes, todo tipo de directores, amigos ,  y desde ámbitos muy distintos. A todos les estoy muy agradecido pero, y ya lo siento, ninguno daba en el blanco.

La mayoría, con toda su buena intención , tocaba de oído y desafinado. Para unos mi defecto dominante era la vanidad, para otros la sensualidad, aquellos la pereza, el de más aquí la frivolidad, el de más allá el quedar bien...

Emilio , después de horas y horas de largas y peripatéticas conversaciones, concluyó: " deja de jugar, Suso. La vida no es un juego. No has hecho otra cosa en tu vida.".

Y dio en la diana.   Las extravagancias y tonterías,  que tanto abundan en mi vida tienen que ver con la incapacidad que he tenido , y en esto también me parezco  a los niños, para aceptar una vida no estuviese marcada por lo excepcional.

En la mística iraní se piensa que el nacimiento de cada hombre está presidido por un ángel  que tiene la forma de una niño. El rostro de ese ángel no permanece inalterable a lo largo de la vida sino que se va transformando imperceptiblemente con cada uno de nuestros gestos, palabras o pensamientos. Al final de la vida, cuando nos encontramos por fin con él, se habrá transformado en un ser bellísimo o en una criatura monstruosa según han sido nuestros actos.

Y en ese juego de mi vida  he ido de aquí para allá, a veces en el desvarío, y otras - no me preguntéis cómo- cruzándome con personas maravillosas que me están llevando a...¿ a dónde?. No lo sé. Quiero pensar que a lo mejor de mi mismo.

¿ A qué he jugado?  Mi  deseo siempre ha sido   escapar,  abandonar la rutina para vivir aventuras. ¿Qué es la aventura sino el deseo de tener un corazón?  Tener un corazón nos hace enfermar porque el corazón es el lugar del exilio donde añoro regresar a la infancia.

Julián Marías escribió que la palabra ilusión procede del verbo latino illudere, que significa jugar. ¡ Exacto!: jugar es tener ilusiones. 

Cuando repaso  mi vida pasada me sorprende  como, a pesar de los líos en los que me he  metido, raras veces perdí la cabeza.

Y nunca el corazón. Porque si algo he buscado jugando ha sido el amor. 



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