sábado, 16 de mayo de 2020

MEMORIA DE DON JUAN ANTONIO GONZÁLEZ LOBATO( Y FIN)

Tuve que impartir una charla. Don Juan Antonio estaba de asistente. 

Conté una anécdota que me había sucedido en una tutoría.

Era una señora venida a más. Una nueva rica que pasó de cajera de Hipercor a mujer de un joven empresario del sector Chapa y Pintura. Él era, pues , un currante que le había ido muy bien la vida. Pero si rascabas un poco aparecía el mono y la gorra de “Pinturas Paco”.

Estaba despechada porque había pillado a su marido en falta. Un adulterio. Su particular venganza era contárselo a quien la quisiera escuchar. Se extendía con pelos y señales en la aventura del hombre con una comercial.

Al terminar su peculiar relato, derrepenete, depronoto,  se puso de pie en la sala de visitas de la tutoría, , y sentenció , refiriéndose a ella misma : “¡¡¡ PORQUE, VAMOS , A VER SI ESTE PLATO ES BUENO O NO ES BUENOOOO!!!”. Simultáneamente , se pasó la mano como un torero desde la punta de la cabeza hasta la punta de los pies.

No quiero escribir lo que pensé cuando esa mujer  se explayó de esa forma, la señora estaba que hasta los gatos y los perros se daban la vuelta para verla.

La anécdota me servía para hablar de que , quien más quien menos, nos creemos un buen plato y, como esa pobre mujer, también pedimos un reconocimiento que nadie nos da.

Al terminar , don Juan Antonio se acercó y me llevó a solas para charlar.

- Eso que has contado...¡pobre mujer!...qué dolor...tú sabes lo sola que está, lo herida...Suso, me ha dado mucha pena...no podemos reírnos de alguien así. Tienes que tener entrañas de misericordia con personas así. 

Caí en la cuenta que ese hombre, ese sacerdote, en ningún momento había pensado en él , o en la gracia de la anécdota, o la punta que yo, imbécil y superficial , le había querido sacar.

Era un gigante, un hombre de una sensibilidad cosa fina. En ese momento me sentí pequeñísimo.

Y , ahora que doy por terminadas las entradas en su memoria, le pido que me eche unan mano. Él ya sabe. 


Ayer me llamó un amigo. Vivió con don Juan Antonio.  Me comentó que , por llevarle la contraria y enfadarle, discutía mucho con él...

"Muchas noches llamaba a la puerta de mi habitación y me pedía perdón si había dicho algo que me hubiese herido".

Aquí en una foto en el Rincón, en Valladolid, don Juan Antonio con el fundador del opus dei. Es el que sonríe feliz, sin gafas, mirando a cámara.

Cuando hablaba de san Josemaría  se le encendían las pupilas. Era algo muy llamativo. A mi no se me olvida aquella tertulia cuando sólo era  un chaval y pensaba " quiero ser como este tío".

Al menos lo intenté.

Las espigadoras eran esas mujeres humildes que en otro tiempo recolectaban las espigas que segadores y cosechadoras dejaban olvidadas en el campo. 

Pienso que hay personas que entregan su vida  y que siguen recolectando lo que los demás tiran o no se preocupan de recoger por juzgar insignificante: los pobres, los desdentados, los discapacitados, los que llamamos imbéciles, idiotas, lelos, estúpidos.

Así obró don Juan Antonio, con grandes, pequeños, listos, tontos, ricos, pobres, sanos y enfermos....y algún gilipollas que, como yo, de vez en cuando se le cruzaba en el camino.




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