jueves, 7 de mayo de 2020

SOLOS.

Mayo suma minutos al día para dárselos a la noche, nos trae una primavera de lluvias , los amores florales y ese leve cambio en la temperatura y el color de las hojas que anuncia el  estallido de colores.

La primavera embellece al campo y pone matices nuevos en las mejillas de las mujeres. Al menos aquí, en el campo. Comienzan a cantar los grillos  con el mucho sol, amigos, y hay sonidos que despiertan que antes estaban como en sordina. 

En este mundo en el que vivíamos hasta hace poco,  el exterior lo era todo. Hoy nos damos cuenta  el vacío que teníamos dentro, porque había demasiadas sonrisas forzadas, palabras huecas y soledad escondida en plurales. Existe una gran necesidad de mostrarse, aparecer, aparentar, de formar parte de un grupo, un rebaño o una moda aunque haya que esforzarse por encajar.

Algunos se han dado cuenta que la soledad no es una cuestión de estar solo, que esa necesidad de estar siempre en compañía es la verdadera soledad, y hasta que uno no hace el ejercicio de conocerse, aceptarse, tratar de cambiar lo que no le gusta de sí mismo y quererse, la soledad no va a desaparecer. 

Ni siquiera ahora, obligados a estar solos, algunos  saben qué es eso de la soledad. No es fácil y lleva tiempo quererse, estar bien con uno mismo. A veces da miedo enfrentarse a esa parte más oscura, a los miedos, los recuerdos o los daños que van quedando tras las tormentas. Pero una vez se consigue, todo cambia. Entonces, la compañía de los demás pasa de ser una necesidad a ser una opción, un disfrute, algo que se elige sin ataduras. 

Una vez que uno está a gusto consigo mismo, la soledad deja de existir y pasar tiempo a solas pasa a ser un placer necesario.

Como dicen los Secretos “qué solo estás contigo, no cuenta nadie ya”. La soledad no es una cuestión de números y se cura perdiendo el miedo a estar con uno mismo.




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