HOY MIÉRCOLES.

Buenos días, miércoles.

Son las siete de la mañana y voy a vivirte con toda la intensidad. Como siempre. A ver qué pasa hoy.

Hoy puede ser el último día de mi vida y voy a darme una vuelta como si toda esa gente que voy a ver, esas calles que andaré, esas canciones que escucharé, el bosque donde me perderé, y el beso de cada mañana al salir de casa, fuese el último.

Porque puede ser el último miércoles.

Pero puede que no, que sea uno de esos miércoles jodido. Da lo mismo: pase lo que pase nada ni nadie conseguirá desviarme de ese firme propósito que tengo de amar, por muy cursi que suene eso de “amar” , porque para eso estoy hecho.

De mi padre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedo decir basta a los hábitos que me destruyen, a las cosas que me encadenan, a a la tarjeta de crédito, al afán por ganar más dinero, a la vanidad de reconocimientos absurdos, al porque yo... porque a mi... porque si esto...porque si lo otro... porque uno...o a esa política que habla de rencores, traiciones, odios, egoísmos, intereses... a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido.

Y le voy a decir a la gente del miércoles que ellos también son la sal de la tierra, todo es cuestión de perdonarse a uno mismo, de aceptarse a uno mismo, de reconocerse, y desde allí, querer .

Hoy, miércoles, serás más miércoles que ninguno. Lo que tenga que ser, será. Hoy. Sólo hoy, miércoles.