miércoles, 3 de noviembre de 2021

MI PRIMER AMOR.

Siempre he sido un soñador, un inmaduro romántico y abstraído de todo lo que se tiene por "lo real'. 


¿Hoy también? : sí, hoy también. 


Siempre he tenido el don de soñar. Mis sueños de adolescencia eran como las cartas de los primeros amores,  que no se enseñan jamás, que tienen para uno el secreto encanto de la ingenuidad. Tengo ese recuerdo guardado muy dentro de mi. 


Alguna vez, por las noches,  se levanta de puntillas mi memoria y abre la arquilla de los recuerdos remotos. 


Estoy en Zaragoza. Os  reiríais  si os contase de aquel primer amor de mi adolescencia,  Matilde Muñoz Loriente. 


Iba Matilde al colegio del Sagrado Corazón y nos cruzábamos a diario, camino yo del mío, los jesuítas.  Andaba ella tímida, con una mirada azul y triste, como el gato de Roberto Carlos. 


Teníamos la misma edad. Ahora, cuando ya peino canas, olvidamos nuestros sentimientos de adolescencia, y pensamos que a esas edades no se .puede querer. Yo la adoraba. Salía a la calle cantando y dando brincos para verla. 


Cuando la veía llegar, me paraba simulando ver un escaparate, y ella pasaba espigadita, con los brazos cruzados guardando los libros, con aquella elegante seriedad suya. Latía con fuerza de cofrade de Calanda mi pobre corazón enamorado. 


Luego uno seguía camino al colegio envuelto en mis ensoñaciones, mirando sin ver, soñando, soñando... 


Me hacía mis películas. 


Eran historias donde era el héroe anónimo que salva a Matilde y muere por ella sin que ella lo supiera... o sí, aparecía entre las llamas con su dulce cuerpo en mis brazos y, mientras lo depositaba en la camilla, ella me miraba con sus ojos llenos de amor, y yo fallecía con un último " te quiero ".


Un día decidí dar el paso y manifestarle mi amor. 


La esperé en la plaza de San Francisco. Cuando pasó me acerqué a ella. Me planté. 


-  Me gustas y te quiero- le dije , así,  a bocajarro. 


- Pues tú a mi no- contestó. 


Y ya está. Allí se acabó todo. Esa fue toda mi maravillosa historia de amor con Matilde. 


Después, años después, pude hablar con ella de este asunto.... ¡ay, resultó que sí le gustaba! 


Ya lo cantó Serrat:


Soy el que hacía la cola

para cederte la vez

quien por ofrecerte agua

cruzó desiertos a pie.

El que ponía los discos

cuando querías bailar,

y por más que alargué los brazos

nunca te llegué a tocar.

El que guarda tu recuerdo

como un regalo de Dios

en el libro de los sueños

entre un "hola" y un "adiós".






2 comentarios:

  1. Muy autentico, cuanto nos reflejamos en este tipo de ingenuas experiencias de adolescencia!. Solo tu eras de los pocos que se atrevían a decírselo a ella…
    Ah!, te acuerdas cuando nos prohibieron cantar la de gato azul en Monterols?

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  2. Alucinante e inolvidable experiencia

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