Siempre me han parecido fascinantes las personas sin miedo al qué dirán. Algunas parecen que son un genotipo, como que lo llevan en los genes. Incluso se parecen físicamente. No sé si es cosa mía, pero tengo observado que las personas obesas son muy de no tener respetos humanos.
Hace unos días vi, zapeando, unas comensales en First Dates. Las dos obesas, las dos muy histriónicas. Las dos me recordaron a otras que he conocido , y con la misma avería.
Una vez, en una reunión de padres en un colegio , llegó tarde una madre recién incorporada aquel curso. Quiero decir que no conocía ni el ambiente, ni las costumbres, ni los usos. En los colegios de Fomento, hay que decirlo, hay muchos respetos humanos y miedo pavoroso al qué dirán. La señora, ya digo, llega tarde, y se planta en primera fila. Era obesa. Con un canalillo muy principal, escotado. Un altura de 1, 85. Melena leonada de color azul, y lucía un abrigo de algo parecido a piel de leopardo, aunque bien podía ser picha de indio.
Las miraditas del personal...en fin.
Dirigía unas palabras el típico charlista , muy del corral. Desde la última fila yo veía a la "pelona", llegamos a ser muy buenos amigos, que miraba a izquierda y derecha, derecha a izquierda y, de repente, levanta la mano, sin cortarse, interrumpe al orador, y pregunta:
- Oiga...es que le estoy oyendo decir " que si ser piadosos", que " los niños deben cuidar la piedad"...y veo que nadie dice nada, pero... perdone " ¿qué es la piedad?".
Me recordó la canción de los Luthiers , esa de "candor, cuanto candor...¿pero quién hizo el candoooorrr?".
El tío no sabía que contestar a esa urca de la primera fila, hipermástica , feliz y sonriente, que le miraba expectante. Contesta lo que buenamente puede, y la señora va y suelta:
- ¿Y eso es tan importante?....¡pues vaya!
Aunque hoy me estoy yendo de vareta termino con una anécdota de esta buena mujer sin complejos.
Tuvimos en el colegio un profesor que padeció un cáncer, que no superó. Vivía en un club juvenil. Era un tipo de quilates. Se llamaba Andreu. Esta mujer llevaba a sus hijos a ese club. No era especialmente creyente, en el sentido que se entiende la fe en ciertos ambientes, ni piadosa, pero tenía un corazón gigantesco.
Un día esta señora me pidió si podía acompañarla al club a visitar a Andreu. Fuimos juntos. Le llevó un pastel hecho por ella. Andreu, que era un santazo, por no contrariarla, tomó un poco. Ella lo miraba de una manera...no sé cómo decirlo...como en alerta, con una atención contenida, como una niña que está esperando que aparezca la paloma de la chistera.
- ¿No notas nada, Andreu? - preguntó.
- ¿Qué tengo que notar?
- Es que me dijeron que el agua de Lourdes era milagrosa y fui ayer en coche hasta allí y traje una botella de agua. El pastel lo he hecho con esa agua.
No se me olvida la cara de Andreu.
- Mujer, si hay milagro, suele tardar un poco- dijo por decir.
A la salida, ya en la calle, rompió a llorar.
- ¡ Qué tonta he sido!, ¡ yo que creía que...!....
No sabía cómo consolar a esa mujer que, para mi vergüenza, sí creía.
Y ya que estamos en una entrada sobre el qué dirán, no tuve la delicadeza de abrazarla entre tantas lágrimas, porque me daba vergüenza que me vieran en la calle dando calor a una mujer, no por ser mujer, sino por llevar el pelo azul, botas vaqueras, y un escote de vértigo.
Y eso no me lo he perdonado nunca.
Dios nos quiso imperfectos. Hay cosas que no hice pero me despertaron y me despiertan.
ResponderEliminarUna cosa más en este mar de vida. Importante para mí.
Mientras uno mira atrás, uno deja de estar alerta en el presente.
Yo compadezco a las personas que no recuerdan su niñez como un paraíso perdido y un remanso de felicidad en el que en la memoria encuentra refugio.
ResponderEliminarHay muchas. Todas las que piensan que la nostalgia es un error.
Yo desfallezco de amor recordando a ese gran ser que fui, y quiero pensar que debajo de lo que soy por allí anda jugando ese chaval
No te lo había escuchado, muy bueno!grandes ambos.
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