Si quieres entender el misterio del mundo debes ser capaz de no buscar a cada momento una explicación a lo que nos suceda en él.
Es lo que suelen hacer los personajes de los cuentos infantiles y por eso pueden vivir sus aventuras.
Por ejemplo, en " El jardín secreto" , la pequeña Mary viaja a casa de un tío suyo, al quedarse huérfana, y se ve obligada a pasar largas horas de soledad, pues su tío siempre está de viaje. Y en ese deambular sin tiempo, Mary descubre un día un jardín en el que no puede entrar. Ve sus tapias y los árboles, cuyas copas asoman por encima, pero no encuentra su puerta. Y aprende a amar ese jardín, antes de saber nada de él.
Todas las cosas que nos han sucedido se gestaron así: antes de saber nada.
Porque lo llevamos en nuestros genes: somos curiosos por nuestra naturaleza, está en nuestro código genético. La curiosidad es la fuente del conocimiento y nuestro progreso , en cierta forma, se basa en la curiosidad como necesidad del saber o, sencillamente, meternos en líos.
Es cierto que ese meterse en líos a veces nos hace desgraciados y conscientes de nuestra fragilidad, pero eso no lo podemos evitar.
A veces pienso que estamos perdidos en la playa infinita del tiempo, que somos un breve destello en la historia del universo. El tiempo es increíble. El universo existe hace trece mil quinientos millones de años y nosotros ocupamos un remoto lugar en él; nuestra vida es un nada insignificante .
Por esa razón hay que vivir, hoy, ahora. Y amar tanto como puedas.
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