Hoy pidió el Papa que las personas de buena voluntad, creyentes o no, nos uniésemos por la intención de pedir por la paz en Ucrania, y en el mundo. Sugirió el ayuno, por ser miércoles de ceniza.
La comunión de los santos es una verdad que creen muchas religiones, muchas culturas.
En su relato El estudiante, Chejóv cuenta el día en que Iván Velikopolski, seminarista e hijo del sacristán, vuelve a casa un día de frío, Viernes Santo.
«A su alrededor todo estaba desierto y mostraba un aspecto especialmente sombrío». Piensa en la pobreza y el hambre y la ignorancia y la soledad y el sentimiento de opresión de los campesinos, existente desde siempre «y aunque pasaran otros mil años la vida no mejoraría».
Pasa junto a unas mujeres que se calientan en una hoguera. Y, al arrimarse también él para calentarse, comenta cómo en una noche igual a esa el apóstol Pedro también se calentó las manos…, y recuerda su negación de Jesucristo.
Observa entonces cómo las mujeres se conmueven.
Luego se marcha y empieza a pensar que si se han conmovido no fue porque él lo hubiera contado muy bien, sino por la relación que aquel episodio tenía con el presente.
«Una súbita alegría agitó su alma (…). El pasado, pensaba, estaba al ligado al presente por una cadena ininterrumpida de acontecimientos que se sucedían. Y tenía la sensación de que acababa de ver los dos extremos de esa cadena: al tocar uno de ellos, había vibrado el otro». Y, más tarde, «pensaba que la verdad y la belleza, que habían guiado la vida humana en el huerto y en el patio del sumo pontífice y habían perdurado de manera ininterrumpida hasta el día presente, constituirían por siempre lo más fundamental de la vida humana y de todo cuanto había sobre la tierra.
Un sentimiento de juventud, de salud y de fuerza —sólo tenía veintidós años— y una dulce e inefable esperanza de felicidad, de una misteriosa y desconocida felicidad, se apoderaron poco a poco de él, y la vida se le antojó maravillosa, encantadora, imbuida de un elevado sentido».
Raimon Panikkar utilizaba frecuentemente la metáfora del «agua de la gota» para expresar la capacidad ilimitada y universal contenida en la experiencia humana singular: todos nosotros somos como una gota que, en su fragilidad, se desvanece. Sin embargo, el agua que contiene nunca desaparecerá, puesto que pasará a formar parte del vasto océano de la Existencia. Todos pertenecemos a ese común denominador del agua.
Deberíamos descubrir ese camino que nos lleve a descubrir en nosotros mismos como gota de ese «agua» .
El gran misterio no es cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué se generó la vida, sino la contradicción de que, una vez generada, apareciera la muerte.
Piensa en la muerte si quieres saber algo de la vida.
Citas a Don Raimon Panikkar, una mente privilegiada, una figura nuclear en la filosofía mundial del siglo XX. ¿le conociste, le trataste?¿qué recuerdos guardas?
ResponderEliminarNo le conocí.
ResponderEliminarFui a rezar a su tumba en Tavertet. Maravilloso lugar.