EL RUIDO DE ESTAR VIVO.

Hay gente que el silencio le enloquece. Muchos viajan en el ruido, lejos de la belleza del sigilo sosegado y buscado, de la música del aire , de un paseo, de la contemplación.

Hablan y hablan echando las palabras como orugas a una vacía caja de zapatos, antes de que se hagan mariposas. Todo se presenta como sin hacer, al buen tuntún.

En la comedia Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura, aparece una mujer que paga siete pesetas a quien le dé conversación. "Qué buenas personas son", viene a decir de quienes acuden a socorrerla, "les doy siete pesetas, me dejan hablar y después se van".

Sí, hay semejantes que darían dinero porque alguien le hablara.

Julio Cortázar decía que conversar es llenar las almohadas del silencio: las calles están llenas de insomnes.

Vivir es ruido. Y por eso nos gusta ir a sitios donde se escuche poco lo humano.  Alguien dijo que el silencio es el más fuerte de todos los ruidos. Y es verdad que el silencio acolchado  por las habitaciones solitarias, o las casas abandonadas, da un poco de cosa.

Un psiquiatra , Joan de nombre, me dijo que las personas que no saben vivir en el silencio, esas  que no soportan vivir sin estar calladas , esconden un neurótico. Puede ser.  También me dijo que en mi anidaba la locura, y que si no despertaba era porque tenía una forma de ser que me libraba de ser liberada. 

Con los años he descubierto que el desequilibrado era él. Un tipo peculiar, fanático, lleno de esquinas y picos. 

Pero detrás de cada ruido hay vida, y es la vida , y no otra cosa,  lo que da sentido a todo esto. El ruido es fiesta, celebración, alegría, el brindis familiar. El ruido es ruptura, dolor, lágrimas, lloros. 

Ruido es seguir pese a todo. Ruido es rezar sin palabras. 

¡ Qué hermoso ruido el de estar vivo!