viernes, 25 de noviembre de 2022

EN ESOS CORAZONES.

Fue de Joan Valls que aprendí que había que acercar a los niños al dolor de los demás, a los que no tienen nada, a los enfermos. Era un asunto que le preocupaba mucho, y le dolía. En Viaró la pijería era planetaria y muchos de esos chavales vivían de espaldas a la vida doliente, por decirlo de alguna manera.


Siempre cuento lo que me impresionó la tarde que acompañé a un crío a su casa. No podían ir a la parada del autobús a buscarlo y me ofrecí a acompañarlo.  Al pasar por un portal vimos un ser humano que se acercó a nosotros y  nos pidió una limosna adelantando la mano, y mostrando un rostro apenado.


- ¿Quién es?- preguntó el niño.


- Un pobre.


- ¿ Eso es un pobre?


- Bueno...un tipo de pobre, hay muchas maneras de ser pobre.


En muchos colegios donde anduve organicé voluntariados para asistir en centros de ASPACE, parálisis cerebral, o algunos hospitales infantiles. Allí echábamos una mano, cosas pequeñas. 


Me vienen , mientras escribo, muchas anécdotas, algunas muy buenas, y de contenido maravilloso, pero otro día.


Los niños que pueblan sus salas son víctimas temblorosas de un mundo donde todo debe responder a conceptos  de utilidad y eficacia. Muchos de ellos son auténticos supervivientes de un sordo y  ciego genocidio. . Uno salía de allí con los chavales voluntarios no con una impresión de abatimiento y derrota, sino de desafío. El desafío de una apuesta que tiene que ver con el incomprensible sentido de la vida. Y la visión de los niños ensimismados, sus miradas perdidas, sus sonrisas de luz y babas, de sus posturas extrañas y sus cuerpecitos deformes, pero a su manera delicados y perfectos, te llevaba pensar que aún hay mucho por hacer.


Sí, esa fue mi experiencia. Y esos mozos que me acompañaban descubrían que  todo tendía que ver con esa tarea sin fin, hermosa y bella,   de la construcción de un mundo que no sea el lugar de la decepción y la renuncia sino el de la siempre misteriosa alegría.  Porque en esas aulas, para el que lo sepa ver  con atención, hay todo un mundo lleno de tareas pendientes, de apuestas inauditas, donde está presente el juego de la vida y  del amor : sí , también del amor. 


Veías, por ejemplo, a una niña que incapaz de pronunciar una sola palabra comunicarse con nosotros señalándonos en su pequeño álbum la imagen de lo que desea.  O una pequeña como un cordero, se restriega contra nuestras piernas. 


Borges tiene un poema titulado Los justos en que va nombrando las acciones humildes de algunos hombres anónimos: el tipógrafo que compone una buena página, el que acaricia a un animal dormido, quien justifica  un mal que le han hecho. Y nos dice que son esas acciones las  que sostienen el mundo. 


Podríamos sumar a ellas las acciones de estos críos, sus profesores , sus padres.  esa gente  que no sabe vivir a espaldas del amor.


La madre que esperando encontrar en su cuna a un niño normal encuentra un ser desfigurado y se ocupa de él como si recibiera en su regazo el cuerpo de un dios diminuto; las pobres criaturas para los que  el más elemental de los gestos, tomar una cuchara, por ejemplo, es comparable a la conquista por parte de los alpinistas de la cumbre del Everest. 


No deis la  espalda a ese mundo porque, si en algún lugar habita Dios, sin duda, es en esos corazones. 




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