Me viene a la memoria la frase de Yo Claudio: «Querido Claudio. He conocido listos que se fingían tontos y tontos que se fingían listos. Pero eres el primer caso que he visto de un tonto que se finge tonto. Te convertirás en un dios.»
En El idiota de Dostoievski, en la que el príncipe Mishkin resulta que al final es mucho más inteligente de lo que parece.
La tontería, al igual que el hierro, abunda en la Naturaleza. Cada día soportamos más dosis de una imbecilidad coral, sobre todo en la política. Es algo que debilita nuestras defensas y mina nuestra resistencia. Yo estoy harto y doy gracias de haberme apartado de un mundo que no me interesa nada.
Con la edad me he vuelto más intolerante a esas tonterías que me hieren nada más abrir un periódico, sintonizar la televisión o escuchar una tertulia de periodistas. A veces pienso que me estoy volviendo un gruñón, y me rebelo. Nunca me han gustado los gruñones.
Hace dos días me adelantó andando por la acera un ser que parecía humano - alguien le debió enseñar a andar a ese animal con las dos piernas- y lanzó un escupitajo , un lapo bien condensadito, a mi lado.
- ¡ Es usted un cerdo!
Se giró con cara de querer guerra:
- ¡ Hijo de puta! - me gritó.
- Lo que usted quiera, pero es un cerdo, un guarro, y un maleducado.
Y no me gusté. Yo no era así. Creo.
La tontería se ha convertido en una categoría de conocimiento.
Los grandes maestros de la idiotez moderna son los políticos. Tipos capaces de hilar tópicos tras tópicos como si fueran verdades trascendentes.
Se puede constatar que en este mundo hay muchos más tontos que listos. El listo puede ser malo, pero siempre es mucho más peligroso el tonto que te pisotea creyendo que te hace un favor. Hay instituciones donde prima para elegir directivos medios a tipos más cortos que las muletas de un cocodrilo. No hace falta inteligencia, la inteligencia la suple la obediencia, los catecismos, o los argumentarios que le son dados ya pensados.
Sin embargo, las apariencias engañan: hay tontos que la gente considera muy listos y al revés. Uno de los misterios más asombrosos que he conocido es cómo ha podido ser elegido el mejor profesor del mundo , así se presentó, con foto y todo, uno de los tíos más tontos que he tratado en mi vida. Es como el retrovisor de una bicicleta estática. O sea, nada.
A veces, me da la impresión de que la tontería es contagiosa como la gripe A. Se propaga a grandes velocidades. Yo mismo me he contagiado de esta enfermedad. Me descubro haciendo o diciendo gilipolleces muy principales.
Si miro hacia atrás en mi vida, tengo que reconocer que he hecho tantas tonterías como el que más. Las he cometido por ignorancia, por rencor, por egoísmo, por orgullo, por pereza, por pura inconsciencia.
Probablemente la tontería forma parte de la esencia del ser humano. Es una permanente tentación que siempre nos acompaña. Una especie de segundo ego. Sólo quien es consciente de su presencia, puede evitar caer en sus trampas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario