El lunes voy a la Cruz Roja de voluntario. Allí me dan una agenda y llamo a personas mayores y charlo de cómo les va la vida. Disfruto mucho esas horas.
Esta semana hablé con una señora de noventa y un años. Me contaba que hace un año que es viuda. Va al cementerio cada semana, los sábados. Le acompaña su hija.
- Me da un poco de vergüenza , pues se pone a hablar en voz alta delante de la tumba de su padre y le cuenta lo que ha sucedido esa semana en su casa, a sus nietos, a sus hijos, a mi, a sus hermanos. Yo le digo " hija, qué pensarán...". Pero a ella le da igual.
Me acordé de don Juan Antonio González Lobato, un sacerdote que conocí bien.
Una noche en Rocacorba, una casa de convivencias, oí a altas horas de la noche, ya de madrugada, alguien hablando en voz alta. Era en la habitación de al lado a la mía. La de don Juan Antonio. Me levanté a ver si necesitaba algo. Entré sin llamar.
Estaba él en pijama, de pie, frente a una imagen de la virgen , mirándola fijamente.
- ¿ Necesita algo?...¿ tiene algún problema?
- No, nada. Estaba hablando con la Señora - contestó sonriendo.
Yo también lo hago. Alguien me dijo - por más que intento saber quién fue, no lo consigo averiguar - que ni los ángeles, ni las almas de los difuntos leen los pensamientos, y que hay que hablar con ellos.
No sé, tal vez es una tontería. Pero tener fe ya es una tontería. Una más, qué importa.
A veces pienso que el mundo no es sino una gran telaraña, y basta con tocar un hilo para que todo vibre?.
Esa oración de la que hablo une mundos.
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