En el amor está la sustancia, que es la carne, y la guarnición que es lo que le acompaña. La carne, o sea, tus ojos, tus oídos, tu lengua, tu corazón, en una palabra, todo tu ser. Parece lo más importante.
Incluso los encajes, el perfume que lleva, esa manera de andar, esa mirada tan pícara, esa nariz respingona que pone al reírse , o en el caso de él, ese aire de machote simpático...
Pero en la convivencia emerge la guarnición de un modo implacable y, como en las antiguas misas de difuntos se decía " quidquid latet aparebit" (todo lo que está oculto aparecerá). Entonces se muestra : los papeles desordenados encima de la mesa, esa manera de sorber la sopa, el modo de lavarse las manos o espachurrar el dentrífico, la insufrible liturgia con la que ella despliega todos sus artilugios sobre la mesita de noche, la forma en que deja su ropa el muy Adán al ir a dormir...¡y si sólo fuera eso!
Y al final resulta que no es la substancia...¡es la guarnición lo que merece la pena!
Cupido no puede mantener mucho tiempo sus exageraciones.
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