jueves, 8 de diciembre de 2022

AMANECER.

Ayer vi Amanecer, la película de Murnau. ¿ Cómo pude estar tantos años sin ver esta maravilla?


El corazón, ese gran perjuro que nos lleva y nos trae a merced de los vientos de la pasión. Me sentí muy identificado con ese protagonista , en su infidelidad, en su arrepentimiento, y en su amor.  El sendero de la vida, el paso del tiempo,  y la tentación de lo prohibido nos pueden llevar a tomar las más equivocadas e irreversibles decisiones y en nombre de algo que creemos llamar felicidad.


Hacernos cometer los más atroces estupideces, tonterías, y falsedades. O no. Quizás aún se esté a tiempo. Quizás esa locura aún tenga remedio y surja el perdón, el reencuentro, la esperanza, el amanecer.


De eso va este peliculón.


Durante hora y media, Murnau hizo lo que quiso conmigo: me emocionó, me estremeció, me llevó a través del drama, la comedia, la intriga y el romance como sólo los grandes saben hacer: con destreza, con convicción, con maestría. Esto no es sólo una cinta más, es poesía en movimiento, una oda al poder redentor del amor con mayúscula; ese sentimiento que tan fácilmente puede llegar a olvidarse por culpa de la traición, pero que siempre aguarda, sólido como una roca, en el fondo. Por mucho fango que lo cubra.


Hay algunos films a los cuales es difícil hacer justicia con palabras. Esos cuyas imágenes trascienden en sí mismos cualquier descripción posible y no hay términos que logren hacerles verdadera justicia. “Amanecer” es uno de ellos. Porque no habría que criticarla, ni diseccionarla, ni estudiarla. No quiero saber cómo se diseñó, ni la técnica de sus tomas, sus decorados ,  quiero permanecer ignorante, embriagado, y conservar así la certeza de que a veces, muy pocas veces, la magia hecha celuloide es posible.


No la veáis. Vivirla.






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