sábado, 24 de diciembre de 2022

UN CUENTO DE NAVIDAD.

 Jules Supervielle, el poeta, escribió un relato sobre los animales del portal. 


Se titula El buey y el asno del pesebre, y es una delicada muestra de amor a esas criaturas inocentes cuyas figuras de barro tantas veces pusimos en nuestra infancia junto a la cuna del Niño. 

Supervielle nos cuenta esa historia desde los ojos del buey que vive en el portal. 

Es un relato de un extraño lirismo. 

Lo que nos conmueve del buey es que se encuentra delante de lo no revelado todavía, en ese ámbito de lo invisible.  Eso es la esencia de la poesía. También de lo espiritual.

El buey asiste asombrado de lo que sucede a su alrededor. Ve al Niño que acaba de nacer y se pone a calentarle con su aliento. Pero, se siente tan torpe  el pobre que todo se vuelve maravillosamente difícil para él. Los ángeles no paran de ir y venir, y acude gente humilde cargada de regalos. Cuando sale al campo se da cuenta de que hasta las piedras y las flores saben lo que ha pasado, y están nimbadas de luz. 

Y el inocente se pasa las noches en vela, arrodillado junto al niño, viendo aquel mudo celeste que penetra sin ensuciarse en el establo.

Esa dicha le conduce al agotamiento más extremo.

Llegan entonces las malas noticias, hay que apresurarse, salir corriendo. Herodes se acerca y quiere vengarse de Jesús. La Virgen y José saben que el buey está demasiado débil para acompañarlos. Él trata de demostrar que no es así. Para que no se preocupe, la Virgen le habla cariñosamente con mentiras piadosas, le dice que no se irán, que sólo saldrán a dar un paseo con el burro. El buey comprende y finge dormir. Es su manera de mentir. “Cuando la vecina entró, poco después del alba, el buey había dejado ya de rumiar”.

Muere sin llegar a entender nada de lo que le ha pasado. 

Al leer este relato  comprendo muy bien a ese animal, y ni siquiera tengo la discreción  de aquel buey que, en el colmo del júbilo, 'temía aspirar un ángel', tan denso está el aire de espirituales criaturas".

Sí, yo tampoco sé muy bien qué ha sucedido conmigo, con mi fe, ¡tan pobre!

Y mi duda, y ahora le pido a ese Niño que , por favor...mi duda es si ese buey murió de tristeza o de alegría. Y pido, ¡ de verdad! morir de alegría.

También lo deseo para  ti, querido amig@. 



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