sábado, 17 de diciembre de 2022

UN FUTURO DISTÓPICO.

Nos espera un futuro distópico. Y si yo tuviese hijos, o nietos, daría una batalla por algo que me parece clave para enfrentare a esa dictadura que ya está aquí. Una dictadura que nos impone símbolos de sumisión, como llevar la banderita del día del orgullo. Es un ejemplo, estamos rodeados de símbolos de esos.


Hace unos días, una amiga que es propietaria de una tienda se negó a poner publicidad de una marca que le había entregado el comercial de zona. Estaba el logo del orgullo. Y dijo que en su tienda no. Y lo mismo hizo cuando del ayuntamiento le dijeron de colocar en el escaparate una pegatina sobre la violencia machista. Rompió donde ponía " machista"  y  puso sólo " no a la violencia".


Lo único que te va a poder salvar de lo que viene  es educar en la radicalidad. No hay otra, si no, te comen vivo. Una educación radical es una educación no formal, libre de imposiciones, que no depende del sistema, de marketing , de agendas 2030, ni de obediencia gregarias. Aunque sea al papa.


Y eso requiere tiempo, esfuerzo, y voluntad.


Lo que viene...leo que, aunque seas de izquierdas, la familia es algo conservador. Hay una obsesión por el sexo y, especialmente, por los niños. Cuando Irene Montero dice que los niños tienen "derecho" a tener relaciones sexuales con quien quiera, establece ese derecho en el deseo. 


Y tú lo llevas a un colegio público donde un enfermo, o enferma, le va a decir eso a tus hijos. ¿ Eso quieres?: pues allá tú. 


Al parecer, muchas canciones  hoy las hacen algorítmicamente. En vez de cultura, de currarse la obra, tenemos máquinas que calculan algorítmicamente cuál combinación de notas es más adictiva para el ser humano, se le pegaría más. Hasta tal punto ha avanzado la tecnificación y la algoritmización de lo estético y del gusto que parece imposible  que podamos seguir hablando de gustos. 


Me ha maravillado la historia de las artistas Sara Goldschmied y Eleonora Chiari . Estas mujeres,  en un esfuerzo por representar el hedonismo y la corrupción en la Italia de los años 80, sembraron el suelo del museo de arte modeno Museion, en Bozen-Bolzano, con los restos de una fiesta: botellas vacías, serpentinas y todo tipo de desperdicios. Decidieron titular su instalación "¿Dónde vamos a bailar esta noche?".


El efecto fue muy realista. Tanto que una empleada que recibió la orden de limpiar la sala metió todos los objetos en bolsas y los tiró a la basura. Al parecer, el malentendido se produjo porque la trabajadora era nueva y la mandaron a ordenar la sala donde se había presentado un libro. Equivocó el lugar, vio "el desastre" que había en el lugar y cumplió con su trabajo, como demuestran las fotos.


Y, la verdad, si una limpiadora al ver esa obra de arte pensó que eso era basura...es la historia el rey desnudo.





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