jueves, 29 de diciembre de 2022

UNA FORMA DE MORIR LENTAMENTE.

Con los años las costumbres se vuelven tiranas. Además, también con los años, queremos que nos dejen en paz. Nos cuesta aceptar que nos corrijan. Y precisamente es el consejo de quien nos quiere el que puede salvarnos de esas tiranas, muchas veces ridículas.


Quien nos aconseja, nos quiere bien. Permitir el consejo ya es luchar contra la costumbre. Aunque no sigamos el consejo.


Detrás de nuestras costumbres, de las malas costumbres, lo que hay es pereza. Es así: uno no es guarro, o es torpe, o abandonado...uno lo que es, de verdad, es un vagazo. Víctor Hugo decía que la fidelidad de muchos hombres se basa en la pereza, y la fidelidad de muchas mujeres en la costumbre. No le faltaba razón. 


Aunque conozco “fidelidades” promovidas por el miedo. La verdad es que conozco muchas de esas fidelidades acartonadas. No deja de ser otra costumbre.


Acostumbrarse también es una forma de morir lentamente.


Para mi el "acostumbramiento" es la raíz de grandes catástrofes.


En una cafetería en Caldas de Reis, antes de ir al gimnasio  suelo tomar un café.


Dos tipos  atienden el negocio: parecen padre e hijo. Son de los que cuando le dan a la hebra dicen que son "empresarios"


Uno atiende el "negocio"  y el otro seca la vajilla con un trapito. El que estaba secando observa el vuelo de una especie de moscón de aspecto gigantesco sobrevolando el local con un zumbido Pearl Harbour.  Es el último ejemplar vivo de este invierno que aún colea Y llega el baranda , gira con la rapidez de una honda el trapo, y le mete un mandoble al moscón que lo dejó espachurrado al lado de un recipiente de olivas, encima del mostrador. Con el mismo trapo lo despeja a banda hasta el cristal.


Y el tío sigue limpiando la vajilla con el trapito con el que había dado muerte al pobre.


Yo  estaba bebiendo mi cortadito y me puse a mirar el vaso...y luego al tío limpiando con el trapo. Y se me ocurrió pensar que el bichazo, en su vida antes de aparecer por el bar... quizás había estado hurgando en los testículos de un perro de la zona, o en paseándose por el culo de una gata , o en las narices de un marroquí en Tarifa...Y me largué, por si acaso.


Es la costumbre.


También me  sucedió en un bareto de Pontevedra. Fui a desayunar. Pregunto si podía tomar un sandwich mixto. El camarero, un notas con una pinta de guarro y cochino más que evidente, me dice “ no sé si tengo la plancha lista”. Y va el tío y echa un escupitajillo sobre la plancha , así como en burbujillas, para ver si chisporroteaban.


- Gracias, ya vuelvo luego.


Claro que le podía haber dicho “¡¡¡PERO TÚ,PEDAZO DE PUERCO INMUNDO, ¿POR QUÉ NO PONES LA PICHA EN LA PLANCHA?,¡COÑO!, Y TE HACES UN PERRITO CALIENTE!!!”.


Otro que se ha acostumbrado. El tío lo veía como lo más normal del mundo.







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