jueves, 6 de julio de 2023

VIDA PERRA.

Hubo  un tiempo que  iba al colegio en un autobús escolar   vigilando  los críos.


Subía en la primera parada. Allí una madre muy estilosa, había sido modelo, venía con su hijo y un perrito bien mono, un caniche que recordaba al de Herta Frankel, que llamaba Marilyn. La mami se apellidaba Sucker . Para que veáis qué memoria se tiene cuando una señora está guapi que te mueres.

El  perrillo  al verme  se lanzaba a  mis zapatos  y se  ponía a lamerlos   moviendo  el rabo esperando que lo acariciara  A veces  tenía  una variante siniestra. Estabas   saludando a su dueña  y comenzaba   a olisquear tu sexo con un interés desmedido y , aunque trataba de apartarlo con disimulo,  el chucho  persistía en su empeño con el morro excitado como si buscara en los adentros de uno.

Y había una tercera posibilidad, que también se dio: se frotaba   excitándose sexualmente en la  pernera del pantalón , dale que te pego, pim pam, pim pam. Buscaba algún secreto en mi  fosa séptica.

Eran  situaciones que yo, que vivía compromiso de celibato apostólico,  me ponían  muy nervioso. La señora   regañaba al  chucho:  "¡ Yako, por favor!"...

Y yo miraba a  la señora y pensaba " ¡señora, que me pierdo!".

Esta actitud del perro produce una situación embarazosa. Imaginaba  que mi sonrisa libidinosa  me  delataba. Ya sabéis: la sonrisa del fauno más salido que un balcón. Santa Teresa  se refirió a la imaginación como "la loca de la casa": la  mía estaba  como una puta cabra.

Al final  uno aprende  mucho de los  perros.  

Yo he  visto mover el rabo  a  muchos hombres cuando aparece el jefe . Y también he oído ladrar   a uno en una tertulia  para darse importancia. He conocido  perritas que miran indulgentes y cariñosas  a su chucho perdonándole siempre cualquier barrabasada   que le haga. Y perros que te sacan los colmillos cuando le acaricias el belfo. O el que  se tumba  largo como una alfombra a la señal del índice de su director.  O saltar   vestido con una faldita corta  tres aros seguidos siguiendo a una bailarina hortera de piernas mollares y sonrisa pillina.

Hay perros que te muerden la pantorrilla y no la sueltan jamás, están adiestrados  para matar.

Pero ojo  con el que sólo se excita cuando su olfato ha detectado tu miedo. 

Si algún día caes en desgracia o alcanzas un gran éxito no te sorprendas si ellos muestran en sus colmillos tu intestino abierto . Será así  porque durante años con paciencia han ido oliendo y anotando en una agenda todas tus miserias.



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