Hubo un tiempo que iba al colegio en un autobús escolar vigilando los críos.
Subía en la primera parada. Allí una madre muy estilosa, había sido modelo, venía con su hijo y un perrito bien mono, un caniche que recordaba al de Herta Frankel, que llamaba Marilyn. La mami se apellidaba Sucker . Para que veáis qué memoria se tiene cuando una señora está guapi que te mueres.
El perrillo al verme se lanzaba a mis zapatos y se ponía a lamerlos moviendo el rabo esperando que lo acariciara A veces tenía una variante siniestra. Estabas saludando a su dueña y comenzaba a olisquear tu sexo con un interés desmedido y , aunque trataba de apartarlo con disimulo, el chucho persistía en su empeño con el morro excitado como si buscara en los adentros de uno.
Y había una tercera posibilidad, que también se dio: se frotaba excitándose sexualmente en la pernera del pantalón , dale que te pego, pim pam, pim pam. Buscaba algún secreto en mi fosa séptica.
Eran situaciones que yo, que vivía compromiso de celibato apostólico, me ponían muy nervioso. La señora regañaba al chucho: "¡ Yako, por favor!"...
Y yo miraba a la señora y pensaba " ¡señora, que me pierdo!".
Esta actitud del perro produce una situación embarazosa. Imaginaba que mi sonrisa libidinosa me delataba. Ya sabéis: la sonrisa del fauno más salido que un balcón. Santa Teresa se refirió a la imaginación como "la loca de la casa": la mía estaba como una puta cabra.
Al final uno aprende mucho de los perros.
Yo he visto mover el rabo a muchos hombres cuando aparece el jefe . Y también he oído ladrar a uno en una tertulia para darse importancia. He conocido perritas que miran indulgentes y cariñosas a su chucho perdonándole siempre cualquier barrabasada que le haga. Y perros que te sacan los colmillos cuando le acaricias el belfo. O el que se tumba largo como una alfombra a la señal del índice de su director. O saltar vestido con una faldita corta tres aros seguidos siguiendo a una bailarina hortera de piernas mollares y sonrisa pillina.
Hay perros que te muerden la pantorrilla y no la sueltan jamás, están adiestrados para matar.
Pero ojo con el que sólo se excita cuando su olfato ha detectado tu miedo.
Si algún día caes en desgracia o alcanzas un gran éxito no te sorprendas si ellos muestran en sus colmillos tu intestino abierto . Será así porque durante años con paciencia han ido oliendo y anotando en una agenda todas tus miserias.
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