viernes, 21 de junio de 2024

EL CANTO DEL GALLO.

Con frecuencia me asaltan dudas, miedos, inquietudes morales que tienen que ver con mi vida pasada. No siempre soy el que parezco. Si alguien me siguiera no sólo vería el Suso divertido, desenfadado. Muchas veces no es tanto el remordimiento de caídas pasadas en asuntos de la carne. Eso, lo sé bien, es cosa que ha sido una mezcla entre enfermiza, obsesiva, inmadura, también infantil. Y en muchos de esos pecados no estaba lejos de la inocencia, a pesar de lo profundo de la caída.


Es otro asunto el que , en ocasiones, me atormenta.  Es como el canto de mi gallo particular que me recuerda traiciones, mentiras, dobleces, falsedades, y noches largas de  deslealtad y vilezas. Esa mujer de corazón samaritano , probablemente enamorada, que abandoné  de un modo cobarde, y triste. ¿ Para qué recordar?


Hay momentos que el aire del recuerdo levanta el polvo de mis miserias y me doy asco. Y pienso que soy yo el que merecía esa muerte , y no Manuela, o Joaquín, o Joan, o  Sátur...y sé que , a pesar de mis confesiones, de mis arrepentimientos, de mis "volver a empezar" hay algo que no consigo  alcanzar: soy incapaz de perdonarme a mi mismo. Hay algo que me recuerda la irrevocabilidad de mis faltas. Y son esas frases " a quién me me negare delante de  los hombres,  Yo también le negaré delante de mi Padre", " nadie que después de haber puesto su mano en el arado vuelve la vista atrás es apto para el reino de los cielos", " si la sal se vuelve insípida, ¿ con  qué se devolverá el sabor?"...o " No doy un céntimo por el alma de un hijo mío que  abandona su vocación", o "no encontraréis la felicidad fuera de vuestro camino. Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar".


Y es verdad  que durante estos años he encontrado una serie de epifanías que me han ayudado a encontrar la luz. Que al final se trata de no huir,  ni buscar excusas. 


Y , sí, aún lloro al escuchar el gallo, aún tengo miedo, aún  no me perdono, a veces. Y pasada esas noches - gracias a Dios son pocas- vuelvo a empezar. 






7 comentarios:

  1. La muerte en cruz debe haber podido lavar algo… 😉 ten fé!

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  2. Suso bendito canto del gallo que te lleva directo al corazón de Jesús, ¡qué envidia!

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  3. Siempre me impresionó aquello de felix culpa... todo es un regalo. Un abrazo

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  4. Eres ser de buena fe y buen corazón, demasido ingénuo para descartar frases como la del rejalgar. Una cosa es considerar el Evangelio, nada que ver, aunque lo parezac, con las de un iluminado contemporáneo, por mucho que mimetice y use fraudulentemente la verdadera obra de Dios.

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  5. Pienso que todos estamos acojonados con la vida.
    "Paratum cor meum, Deus, paratum cor meum". Dispuesto está mi corazón.
    La religión no es una simple adhesión a una doctrina moral, a un amor lírico o vaporoso.
    En mi opinión, no podemos situar al YO en el centro de la vida es un error, en el sentido de que todos somos grises.
    Cito un libro de Torelló: "la neurosis es un espejo demasiado pequeño, que solo permite reflejar el propio rostro y nada o casi nada del mundo exterior".
    La misericordia de Dios tendrá en cuenta esas cosas que no controlamos.
    Pero es solo mi opinión.

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  6. Mencionas las epifanías que te han devuelto la luz, yo también he encontrado a esas personas. Me han querido porque sí, muchísimo. Tenían muchas posibilidades y me las han entregado. He tenido mucha suerte.
    Pétalos de rosa

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