Cada persona tiene la mirada que se merece.
Fue en Lérida. Una madre me llamó porque encontró en la habitación de su hijo Oriol unas piedras que guardaba celosamente en un cajón . Después de muchas averiguaciones, el niño , primero de primaria, reconoció se las compraba a Tomás, un compañero de curso. El padre de Tomás era astronauta y traía esas piedras de la luna. Los dos amigos estaban en el secreto lunar , y Tomás vendía el piedro a un euro , precio de amigo.
Lo bueno era que Tomás no tenía padre.
La madre me llamaba indignada por Tomás, y por la ingenuidad de su hijo.
Al final en la vida o eres Tomás. o eres Oriol.
Tomás comparte con los felinos la visión estereoscópica, que les permite ver la realidad en tres dimensiones y enfocar los objetos con gran precisión. La visión bipolar les sirve a los predadores para dar un zarpazo medido a la presa.
Tomás es un depredador . No se piensa dos veces lanzar la zarpa y partirte en dos.
Oriol es un rumiante que tiene los ojos muy separados y pueden ver al enemigo cuando se acerca por la espalda. Esto les sucede a los Orioles de la sabana, rumiantes inofensivos, que tienen un ojo en cada lado de la cabeza cuyo campo de visión, si echan las orejas hacia atrás, abarcan toda la circunferencia, una cualidad que les permite avistar el peligro en cualquier dirección mientras pastan.
Tomás , ya de niño, tenía una mirada córvida . El odio, el miedo o el desdén se manifiesta mejor en el brillo de sus pupilas , como el cocodrilo en las lagunas del Serengueti cuando siente llegar la manada de Ñus. .
Ha pasado el tiempo y perdí la pista de Oriol . Pero no la de Tomás: regenta una discoteca. El cocodrilo devorando al sediento Ñu que abreva en la orilla. Ayer vendía piedras de la luna , hoy vete a saber qué.
Josep Pla también contrastaba la diferencia entre la astucia y la buena fe:
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Breoo amigo!
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