miércoles, 13 de julio de 2016

TOMÁS Y ORIOL

Cada persona  tiene  la mirada  que se merece. 

Fue en Lérida. Una madre me llamó porque  encontró en la habitación de  su hijo Oriol  unas piedras  que guardaba celosamente  en un cajón . Después de  muchas averiguaciones, el niño , primero de primaria,  reconoció se  las compraba a Tomás, un compañero de curso. El padre de Tomás era astronauta  y traía esas  piedras de la luna. Los dos amigos estaban en el secreto  lunar , y  Tomás vendía el piedro a un euro , precio de amigo.

Lo bueno era que Tomás no tenía padre.

La madre me llamaba indignada  por Tomás, y por la ingenuidad de su hijo.     

Al final  en la vida o eres Tomás. o eres Oriol.

Tomás   comparte con los felinos  la visión estereoscópica, que les permite ver la realidad en tres dimensiones y enfocar los objetos con gran precisión. La visión bipolar les sirve  a los predadores para dar un zarpazo medido a la presa.

Tomás   es un depredador . No se  piensa  dos veces  lanzar la zarpa y partirte en dos.

Oriol es un rumiante  que  tiene los ojos muy separados  y  pueden ver al enemigo cuando se acerca por la espalda. Esto les  sucede a  los Orioles  de la sabana, rumiantes  inofensivos, que tienen un ojo en cada lado de la cabeza cuyo campo de visión, si echan las orejas hacia atrás, abarcan toda la circunferencia, una cualidad que les permite avistar el peligro en cualquier dirección mientras pastan. 

Tomás , ya de  niño, tenía una mirada córvida . El odio, el miedo o el desdén  se manifiesta mejor en el brillo de sus pupilas , como el cocodrilo en las lagunas del Serengueti cuando siente llegar la manada de Ñus. .

Ha  pasado el tiempo  y perdí la pista de Oriol . Pero no la de Tomás: regenta una discoteca. El cocodrilo  devorando al sediento Ñu  que abreva en la orilla. Ayer  vendía  piedras de la luna , hoy  vete a  saber qué.




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