Una mudanza es abrir el almario interior y dejar caer el cadáver de montones de objetos amontonados y olvidados que aparecen de una manera imprevista. .
Es como una revelación. Descubres que vives rodeado de cosas inútiles que no te interesan absolutamente nada. Tenía montones de jerseys doblados en estanterías que nunca usarás ; cajas llenas de libros que no leerás , trajes apolillados en los arcones, que ya no se podía abrochar; zapatos viejos en las cajoneras, camisas desgastadas ; títulos, sobres del banco ; libretas con apuntes , la vida de ayer...
Mudar es desprenderse y ser libre . La sensación de almacenar estupideces que ahora te ahogan y no tienen ningún sentido.
He hecho limpieza y tentado estuve de tirarme a mi mismo a la basura. . Nada hay más profundo que el vacío ni más bello que una pared blanca . Cuando me fui a Guatemala dejé atrás todo el pasado : muebles, fotos, ropa, libros, armarios , regalé muebles, vacié armarios, introduje los cachivaches más insospechados en bolsas de basura y a tirarlo todo en el contenedor de la esquina.
No me permití ninguna duda, ninguna nostalgia. En la casa sólo quedaron una cama, una mesa, cuatro sillas, muy pocos libros, unos cubiertos y algunos platos, jabón y cepillo de diente y el equipo de música, que ahora hacía sonar un concierto de Bach cuyas notas reverberan con una nitidez extraordinaria por primera vez en un espacio desnudo.
Al experimentar en mi interior la poderosa carga que liberaba el vacío, mientras sonaba Bach , me juré llevar esa ardua conquista también a mi vida.
En adelante ningún odio ni resentimiento ensuciará mi alma , no dejaré que ningún idiota me robe un segundo de mi tiempo. Rezaré a mi manera , que no es más que la de dejarme hacer.
Cuando abrí aquel armario el día que se fue Manuela caí en la cuenta de que lo que cayó encima de mi fue mi propio cadáver.
Al final sólo somos dueños de una carretera.
ResponderEliminarLa hemos pagado a lo largo de nuestra vida tributaria y no tenemos ningún documento que determine nuestra propiedad.
Yo llevo buscando la curva que me pertenece por derecho en la A7.
Desde La Junquera hasta Alicante la A7 culebrea cerca del mar. A un lado la montaña, al otro un inmenso y azulado Mare Nostrum.
A veces paro en Denia, en Tarraco, en Figueres o en el Museo Romano de Tarraco.
Se que mi sangre tiene un punto de fenicio, una pincelada de griego y todo está mezclado en una ánfora puntiaguda de barro.
Esa curva que me pertenece, en realidad no existe.
Lo único que es real es el deseo de encontrarla.
Por eso me paro de vez en cuando, compro unos tomates maduros, me siento bajo unos pinos y meriendo a base de verduras frescas mientras miro a una līnea del horizonte, que se presenta curva vista desde lo alto.
Y por un momento ésa es mi curva, mi sitio en el mundo.
...
Al cabo de un par de horas, el Sol se ha desplazado, y sin moverme descubro que el sitio ha cambiado. La luz determina su verdadera naturaleza.
Y llega el momento de partir.
A buscar nuevas curvas que huelan a salitre y a ceñiste.
La fragancia de los Ángeles custodios.