Cuando comencé de becario a dar clases en Viaró tenía la vanidad de los primerizos. Un cierto adanismo que me hacía pensar que todo lo que se había hecho antes de mi no servía para nada. Hice muchas tonterías.
Después , a base de hacer el idiota, de equivocarme, de meter la pata y, sobre todo, de personas que me pusieron en mi sitio, fui enderezando el rumbo. Más o menos.
Uno que me abrió los ojos, al menos lo intentó, fue Ernesto, don Ernesto. Éramos la noche el día. Un día le dije " dicen que somos incompatibles, pero yo creo que somos complementarios". Y así fue. Fue mi jefe de etapa en Lérida.
Don Ernesto se empeñó en que entendiese que la enseñanza era un oficio. Y ese oficio tenía , como tantos otros trabajos que también son oficios, su base artesanal. Y ese modo artesanal tenía sus reglas, sus métodos, su disciplina.
- Tienes que conocer el oficio de maestro- me aconsejaba Eres un indisciplinado. Y basas todo en la improvisación. Y lo que a ti te parece sencillo y fácil en esta profesión tiene detrás muchas horas de técnica, de aprendizaje, de preparación.
Ernesto pensaba que la educación tenía algo de doma. Yo no lo entendía así. Pero cuando me tocó dirigir , años después, supe de qué hablaba. La educación es un oficio serio. Merece respeto. No eres un payaso. Tú trabajo es un oficio artesanal.
Yo he visto profesores, y no uno, a muchos, enseñar a leer a sus alumnos con " oficio" , sabiendo perfectamente lo que hacían, lo que enseñaban, tratando y exigiendo de un modo decidido y constante.
Y yo era una especie de Flanders, el vecino de Homer Simpson , que se paseaba por las aulas con un " hola, holita" . Un gilipollas.
Cuando le contestaba que yo tenía mi manera de ser, diferente y original, siempre me decía: primero aprende, después ya matarás al padre y encontrarás tu estilo. Pero primero aprende, tienes que respetar al maestro.
- ¿ Y quién es el maestro?- preguntaba.
- Yo.
Y, sí, aprendí mucho de ese hombre, aún somos muy amigos.
Era tremendo. Muy tozudo. En aquellos años yo fumaba mucho. Muchísimo. Y también lo hacía en el patio, mientras atendía a los chavales. Él se empeñó en que corrigiera el vicio y no fumase delante de los críos. Un día se me acercó. Yo estaba echando un pitillito
- Oye, ¿ tú irías por el patio ahora mismo con el pene fuera, enseñándolo?
- No. No lo haría.
- Entonces, ¿ por qué vas con un cigarrillo en la boca?
- No es lo mismo.
- Eso es lo que crees, pero es mucho peor.
Entonces me pareció una exageración....hoy no tanto.
En definitiva, un profesional.
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