viernes, 16 de junio de 2023

UNA MUDANZA.

Nací en Lasierra Purroy , una calle  que está en Torrero, un barrio de Zaragoza. Estaba en una zona recién urbanizada, unas casas  de cuatro pisos que rodeaban una especie de jardín interior con piscina. Bueno, más que piscina, una alberca. Allí vi un gitano que, al lanzarse de cabeza al estanque , se abrió  el vientre al rozarse con una lata abierta  aceitunas.


Sangraba y gritaba como un descosido, nunca mejor dicho lo de "descosido". 


Lasierra Purroy hacía frontera con "Las Graveras", un descampado vecino  , tierra de nadie, que lindaba con las chabolas gitanas.  En esa tierra de nadie quedábamos a jugar los críos, payos y gitanos. Allí disfrutábamos de una bajante asfaltada que llamábamos " esbalizaculos". Se trataba de un tobogán algo rústico desde donde nos lanzábamos de culo. Todo era bastante sórdido, pero éramos felices. Callejeábamos mucho.  Viví allí hasta los  siete años. 


El  campo de las Graveras era un estercolero repleto de mierda, latas, suciedad . Allí jugábamos también a fútbol , y veíamos besarse parejas suburbiales y algo walking deads. 


Todo eso  lo vivíamos con  naturalidad. Y no por ello renunciábamos a la calle, al macarreo, a la pandilla.


Un día alguien dijo a mis padres que me habían visto en las Graveras  . Éramos un grupo de críos en fila, esperando turno a llegar a un señor mayor, un viejo gitano , delgado , de pómulos salientes y caliqueño apagado en los labios,  que cuando te plantabas delante de  él te sacaba la colita de la bragueta, te la sacudía, y   sentenciaba  " el siguiente".


Allí decidió mi padre que había que cambiar de aires.  Me estaba asilvestrando , ¡y de qué modo! 


Al año siguiente - esa mudanza  es un misterio en mi casa que nadie sabe resolver - fuimos a vivir a la calle Francisco de Vitoria. Y  nos matriculó  en el colegio del Salvador, jesuitas. 


El cambio fue sustancial. 


Uno, ya tenía ocho años, por congraciarse con la clase , era " el  nuevo", cuando pasó a mi lado leyendo un dictado la señorita Querubina, me lancé al  suelo , detrás de ella, y le vi las bragas. 


Alguien dijo " ¡uala!"...la profe se giró, me vio en  el suelo observando su bombo de la Lotería  y me dio un tortazo a mano abierta que vi a Pablo VI  impartiendo la bendición pustúlica  Men sana in córpore in sepulcro.


Bonita manera de comenzar.








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