martes, 6 de junio de 2023

Y QUE TE TOQUEN LOS COJONES.

Mi  madre cuando íbamos a ir a misa , de pequeños, nos  repeinaba , nos echaba un buen chorro de colonia Nenuco,  nos lustraba los zapatos, nos subía los calcetines de un golpe seco y decidido, me pegaba en la espalda ( ¡tieso!, ¡ anda tieso!). Antes de entrar mi madre solía hacerme dar un giro, para ver si tenía la camisa fuera. Me metía el faldón en el pantalón...¡ y para adentro!


Nos íbamos a la iglesia de santa Engracia , allí nos  arrodillábamos   junto a mi padre. Al finalizar la misa,  siempre, nos  arracimábamos junto a mi padres y recitábamos el Sangre de Cristo embriágame...las letanías, que aún hoy recuerdo y rezo.


Después esa ceremonia de cuando vas ir a un sitio muy principal la he revivido muchas veces. No siempre tienes una madre que mira por ti. Pero sí alguien que ye echa un vistazo antes de salir de casa. 


De vez en cuando resuena el eco de una voz que me resulta familiar: ¡ Adán!


Hay días que huelo a Nenuco, otra vez. Y a faldón de camisa. Y a subir los calcetines. 


Uno  de esos días fue mis primeras semanas en Viaró. Todo el mundo allí estaba empeñado en que me diera cuenta de dónde estaba. 


- Vistes muy mal - me comentó uno que se llamaba Xiscu Muliterno- todo un personaje. Original. Irrepetible. Una gran persona. Vas de verde y verde, y te llaman " el señor d verde". 


La verdad es que soy hipercromático, confundo marrones y verdes.  Bueno, lo cierto es que confundo muchos colores, y sus matices.


- No s sé si te has dado cuenta - me decía otro- que en  Viaró no hay papeles en el suelo. Es nuestra señal de identidad. Y si ves que hay alguno , lo recoges tú, para dar ejemplo.


Y me fueron formando en todos los protocolos  de la institución. Sus costumbres, sus  criterios, sus mitos, que también loa había. 


Era una forman  de meter la camisa por dentro. 


Uno me dijo, muy serio y sentencioso: aquí  venimos a dar ejemplo. Y a ser santos.


A mi eso me acojonó muchísimo. Porque eso no era sólo meterte la camisa en el interior del pantalón, era eso y, de paso, tocarme los cojones. O eso me pareció. Porque ese tío de santo tenía lo que yo de Ingeniero de Canales, Puertos Caminos y Minas. O como se diga.


Era como el mural que había en el comedor de profesores donde estaba dibujado el colegio, una visión aérea,  que se leía la leyenda : aixó,  es una visió, home, que et porta cap a munt. 


Otra atufada de Nenuco.  O una subida de calcetines.


Luego , en otros colegios, en otros ambientes, en otros oficios, siempre había alguien que te repeinaba, te echaba Nenuco, te lustraba los zapatos...y te tocaba los cojones.




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