Me dejó muy tocado la lectura de la novela " Nudo de víboras", de Francois Mauriac. Años después conocí a Urelles senior y me recordó a Louis, el abogado protagonista de la novela.
Se abre con una larga carta de un hombre de sesenta y ocho años, Louis, un abogado de provincias. La carta la dirige en vísperas de su muerte a su esposa, hija de una familia antaño adinerada. En seguida se descubre que la carta está dictada por el más oscuro resentimiento. Aunque se casó plenamente enamorado, soportando humillaciones de su altiva familia, Louis supo al poco que ella había mantenido un idilio anterior con otro hombre que posteriormente abandonó. Y que su matrimonio había sido un modo de arreglar una situación embarazosa.
Esta conciencia del oprobio nunca le abandonó desde entonces a Louis, que a lo largo de los años logró convertirse en un abogado de éxito y amasar una considerable fortuna, mientras la estrella de la familia de su mujer declinaba.
Cuando se halla a punto de ingresar en la vejez este hombre nos brinda una crónica de su matrimonio supurante de amargura y reproches, en la nos describe una vida envenenada de mezquindades e hipocresías donde la convivencia marital no ha sido más que una suma de egoísmos. Mientras su mujer, Isabel, se ha consagrado casi en exclusiva a sus hijos, su marido se dedicado a multiplicar su hacienda y coleccionar amantes.
Con alguna ha llegado a tener descendencia.
Ahora Louis planea el modo de despojar a sus hijos legítimos que, ignorantes de sus planes, sólo desean que su muerte suceda pronto para disfrutar de su herencia.
Pero la muerte insospechada de Isabel y una serie de cambios en el ánimo del viejo desencadenan movimientos imprevisibles.
Louis enumera todas y cada una de las afrentas sufridas durante su matrimonio , pero no es nada indulgente consigo mismo. Se clasifica de un ser condenado en la tierra...un hombre cuyo camino siempre ha sido falso. Sus propios hijos le llaman " la vieja hiena".
Louis ha desarrollado una insensibilidad casi monstruosa. No cree en nada. Mucho menos en Dios, o en la otra vida. Sólo quiere aplastar con su pie " esas víboras enroscadas" , sus hijos.
Aunque participa farisaicamente en los ritos religiosos. Para él la religión es una recipiente vacío en donde ha vertido su odio , su decepción amorosa y un rencor "casi infinito".
La novela tiene giros maravillosos, como cuando descubre que todo su rencor no logra protegerlo contra la esperanza. Poco a poco, el nido de víboras que estrangulaba su corazón se afloja , hasta sentirse invadido por un amor nuevo y misterioso.
Mauriac busca condenar el farisaísmo burgués , que convierte la fe en un ritualismo desecado y frío, disfrazado de religión moderada. Esa mierda de caricatura que a Jesús le sacaba de quicio.
En fin, espero , rezo por ello, que toda esa fe de pacotilla, llena de escrúpulos y miedo , termine por morir en esos corazones avinagrados y que, como nos enseñó la parábola de los viñadores , nunca es tarde si la dicha es buena. Se puede convertir, como al viejo Louis.
Eso es la vida misma narrada con maestría y exageración. Diría que, en mayor o menor medida y de alguna forma, nos podemos sentir identificados.
ResponderEliminarHoy cumple 50 tacos Jordi Evole. Por los viejos tiempos compartidos: muchas felicidades!!!
ResponderEliminarMagnífico libro. Ves muchas familias y piensas en este libro.
ResponderEliminarHoy he ido a Misa de 12.30, estamos en casa de mis suegra en el campo: grande, fresca y confortable.
Le digo a mi cuñada, que estaba con mi suegra de 91 años: ¿nos acompañas a Misa? Contestación: yo he venido aquí para hacer compañía a mi madre; caricia y guiño de complicidad a la suegra.
Bueno, pues ya voy yo a Misa con mi mujer, y luego recojo la paella para veinte personas.
Nota bene: mi cuñada y mi suegra viven en el mismo rellano en Barcelona; el piso se lo regaló a la cuñada, era donde vivía el abuelo. Quiero decir: se ven cada día.
Yo no quiero herencias: desear una herencia es desear una muerte. La herencia es la educación, el carácter, los cuidados, el amor...
PS: recién que se murió un cocinero en Barcelona, un tal Fermín Puig. En La Vanguardia todos los periodistas se sienten en la obligación de explicar que eran íntimos, un canto a la amistad, tenía en su restaurante un separée que era un museo al FC Barcelona donde cantaban los goles; cuando comían, comían amistad.
No sé que pensáis, pero esto de los cocineros se está convirtiendo en una casta sacerdotal in aeternum secundum ordinem Melequisedec.
Vientre y fútbol: mélange perfecto.
Muy interesante, Ya he pedido el libro.
EliminarPor cierto Fermí Puig era uno de los grandes chefs de Barcelona. Nada dado a la vanidad de los medios, trabajador, divulgador, y una excelente persona.
Al Cel sia.
Hoy en día transmite más y mejor un buen chef que la mayoría de curas. Si además se trata de unos de los grandes como Fermí Puig, ni siquiera un cardenal le hace sombra. Ese sí que está en el Cielo, pues supo hacer feliz a un montón de gente.
Eliminar