EL VESTIDO DE NOVIA. LO QUE CUESTA PARECER VIRGEN Y SENCILLA.

Estoy en una terraza en Caldas de Reis. Un grupo de chicas están de tertulia cerca de mi. Pongo el radar. Hablan  de la próxima boda de una de ellas. Acaban de estar con el fotógrafo que hará el reportaje, y resuelven problemas logísticos en animada tertulia mientras toman unos refrescos.

Siempre me ha sorprendido el afán, la dedicación, el mimo, el primor, que el grupo “nosotras” tiene por el vestido de novia. No es que se case fulanita, es que se casan todas con ella: la abuela, la madre, las hermanas, las amigas, las compañeras de trabajo. Hay una alegría fantástica alrededor de esas mujeres.

El interés y la implicación de las mujeres por el vestido de la novia es sólo una pequeña señal de algo más profundo: que los tíos no tenemos ni idea de qué es exactamente una mujer, mientras ellas saben perfectamente qué es un hombre. 

En nuestra cultura se supone que nosotros sí sabemos de verdad qué es una mujer, y debemos protegerla, a la pobre, de su inocencia, candor y pureza. 

Por supuesto, ellas saben todo lo que hay que saber y más de eso que llamamos "cosas de  hombres" ,  pues bien se cuidan de tratarlo y desmenuzarlo en su ambiente...ambiente que le está prohibido a cualquier ser humano que tenga pene, o presuma de él. Por eso los hombres no se enteran de nada. 

Las escucho hablar y me asombra de lo que para estas mujeres significa el traje de novia: la información entre “ellas” le está absolutamente vedada al macho. 

Los hombres pensamos que en  la mujer  “la inocencia se la supone”. Si algún hombre  escuchase a estas mujeres hablar en esta terraza , se mete cartujo.

Nos han educado a los tíos  en que es parte esencial de la liturgia del vestido de novia la cláusula “ inocencia: se la supone”. 

Cuando el novio ve a la novia frente al altar vestida de blanco, con un ramo de azucenas , un velo blanco que cubre su cara , y que en un momento determinado el podrá y deberá levantar, se percata de que ella le está diciendo con la mirada “ soy pura, soy inocente, soy frágil, soy como un petalico de rosa, no tengo ni idea de qué es eso que vosotros sabéis tanto: cuídame, respétame.”. 

Y a él se le hincha el pecho, y le encantaría acogerla en sus potentes brazos y darle calor, refugio y seguridad. 

El muy imbécil. 

La verdad es que la mayoría de las mujeres , a esas alturas de la película, saben todo lo que saben los hombres, además de todo lo que saben ellas – por vía de amigas, madres, suegras, abuelas, compañeras… mientras que, por lo común, él sólo conoce lo que otros le han contado entre cervezas y, sabiendo lo fanfarrones y fantasmas que somos en nuestras historias, muy probablemente tenga una información más que confusa. 

Muy confusa. 

Y es que muchos tíos ignoran que las mujeres no consideran el sexo como algo discreto o secreto. 

Uno no sabe de qué hablan las mujeres cuando están de cháchara en una cafetería, o paseando por la calle, de tiendas ( no lo sabe porque no le dejan), pero intuye que entre esas risas, esas confidencias, esas miradas de complicidad, se están partiendo el eje con las cosas de los tíos. 

Las mujeres no consideran el sexo como algo que ha de reservarse secretamente, sino como algo que se  ha de entregar y poner a disposición del otro. Su conocimiento de esos temas no es guardado con especial sigilo, ni lo tienen como algo valioso entre ellas…lo que ellas guardan sigilosamente como la más valiosa de las armas secretas son las técnicas de seducción y el arte del “aderezzo”: la escenografía de lo misterioso, lo admirable en el detalle, enseñar para ocultar . 

En el traje de novia, como una metáfora de ellas mismas, se revelan parte de esos elementos: el raso, el tul y la seda pueden estar conjuntados con el lino y el terciopelo en fruncidos y entredoses verdaderamente sublimes. La parte superior puede ser de muaré, que hace aguas de formas maravillosas, de modo que el delantero, la espalda y los costados se acaben por arriba en un “palabra de honor” verdaderamente inefable, del que ella se sentirá orgullosa para toda la vida aquí, y en la eternidad del más allá por los siglos de los siglos. 

El tul puede llevar en círculos sobre la frente un conjunto de blondas suaves. En el talle, algo así como un drapeado de seda salvaje. Lorzas en cada una de las caderas y, por detrás,, abriéndose, en caída lisa, la cola. Todo ello aderezado en tul muy tenue que al caminar se mueva al ritmo de la música. 

El vestido de la novia aparece así como la expresión de todos los anhelos de hermosura propia, admirada y deseada por todo el género mineral, vegetal, animal y humano desde el inicio de la historia, y preparada para ser entregada a alguien poco después . Pero, de momento, para ser poseído por ella misma durante un día. 

Y por sus amigas, que disfrutan más que la mismísima novia. 

Y el novio, esperando en el altar, con cara de panoli, Y los amigos, con miradas de jo jo jo, je je je...pero nada, que no se coscan de nada de lo que sucede allí.