Muchas veces recuerdo al doctor Pujol, un sacerdote inolvidable. Un tipo que rozaba la genialidad, mezclada con la locura, y con una cabeza muy bien amueblada.
Demasiado potente, quizás. Tenía un algo de dolor enfermizo y depresivo dentro. Ya murió, así que hoy escribo mi pequeño homenaje. Siempre que pienso en este hombre- nos conocimos y nos quisimos mucho y bien- me llega el grato recuerdo de su simpatía cuando la acompaña el talento.
La primera vez que escuché una meditación suya fue en un verano en Viaró, finales de los setenta. En la prédica trataba de la figura del rey David. Leyó el pasaje donde decía que "se levantó David y se fue con sus hombres, y mató a doscientos hombres de entre los filisteos. Entonces David trajo sus prepucios y se los dio todos al rey a fin de ser yerno del rey. Y Saúl le dio a su hija Mical por mujer."
Guardó el doctor Pujol un estudiado silencio, y poco después gritó con esa voz afónica tan suya y su marcado acento de Amposta: " ¡¡¡ HERMANOS MÍOS, PREPUCIOS, PREPUCIOS DE FILISTEOS ES LO QUE QUIERE EL SEÑOR!!!, ¡¡¡ MUCHOS PREPUCIOS A SUS PIES!!!.. ¡¡¡APOSTOLADO, HAY QUE HACER APOSTOLADO!!!, ¡¡¡ HAY QUE SALIR A LA CALLE Y TRAER A SEÑOR PREPUCIOS, CIENTOS DE PREPUCIOS!!!
Escucha este consejo el papa Francisco y le da un jamacuco gordo y , probablemente, lo excomulga in córpore in sepulcro, cum ustié ad hominem. . A este papa no le gusta el proselitismo, ni el apostolado.
Ni el sentido del humor.
Y yo agradezco haberme cruzado con este hombre en mi vida. Porque se estaba muy bien con él.
Sí, hay tristeza en esta vida con mucha frecuencia, pero también para él, que sufrió lo suyo, había esperanza. La tristeza se presenta allí con su disfraz de dolor, de enfermedad, y no quieres que ocurra, pero ocurre, Y ella lo que quiere es cambiarte, hacerte diferente. El doctor Pujol tenía muy claro que sólo importaban los demás. Mucho más que tú mismo.
El yo desaparecía. "Adios, ego de mierda". Hay muchas, muchas personas a las que estar agradecido. Y hay un Dios que nos quiere. Así era el doctor Pujol.
Gracias por los recuerdos que me trae tu escrito. Era pura simpatía en medio de aquel lío de mujeres encorsetadas
ResponderEliminarGrandes sacerdotes. Grandes recuerdos. Como don Julio M. (a quien también conociste), como don Remigio, como don Juan Antonio, como... tantos otros!
ResponderEliminarYo recuerdo especialmente a Mossen Salvía, que me parecía realmente un santo, un sacerdote de gran sencillez y con vocación plena.
ResponderEliminar... mossen Quico M., don Luis F., mossen Pere G., y muchos más...👏👏👏
ResponderEliminarEra simpático el mossén Pujol, pero ahora eso ya suena a rancio. Cada cosa tiene su tiempo y parece que no hay capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Unos arrastrando lo caduco y otros pasados de frenada. ¿Dónde está el “seny”? Dr. Pujol lo habría entendido, pero de esos ya no quedan.
ResponderEliminarAlguno queda...los conozco.
EliminarPara mí lo único que tiene de bueno el OD es lo que tiene de cristiano, que es mucho pero no todo. Esos gigantes que se citan eran/son grandísimos cristianos, expertos en humanidad de los de verdad. Que se afiliaran al OD es una mera anécdota coyuntural. En el siglo XIII hubieran sido franciscanos y en el XVII jesuitas...
ResponderEliminarVale , pero fueron de la opus. No les quitemos mérito
ResponderEliminarEn qué quedamos, lo válido y meritoso ¿es la persona o la institución?
ResponderEliminarEs Jenny Hermoso, hermoso.
EliminarEspaña se rompe.
ResponderEliminar¡Qué va!...lleva rompiéndose siglos, y aquí estamos!
EliminarBuenos ratos en un balcón de Mas Castells, mientras los demás iban de excursión, él contando cosas a unos cuantos que escuchábamos asombrados. Del ambiente de su pueblo natal, de su padre y sus ideas curiosas, entre risas y un aire triste que gracias a esta entrada y algún comentario comprendo ahora.
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