EL DON DE TRAGAR.

Tampoco me acostumbro al espectáculo de  ver personas que tengo por inteligentes, sensibles, cultas, con vida interior - no hablo de religión, aunque también-  que actúan en su vida como auténticos tifosis,  fanatizados, aborregados, lanares, sin criterio. 

El votante del PSOE y el del PP y el de VOX, y el nacionalista de Esquerra, de Junts, de Bildu, del PNV  siguen el mismo modo de las sectas y los equipos de futbol . Piensan que es su equipo  haga lo que haga sobre el terreno de juego. 

Se convierten en auténticos descerebrados. Pase lo que pase los seguirán apoyando. Corearán y aplaudirán como locos. 

Estoy convencido que el votante con una fidelidad de perro es el verdadero lastre para el desarrollo de cualquier sociedad. Sea política , deportiva, religiosa.

No tiene  ningún sentido  tratar  de comprender  las  razones de estos tíos. He convivido   a diario  con bastantes  de ellos. Algunos ,  amigos  de verdad. Son de los suyo  por  la misma  razón que se es  del Barça, o del Madrid, o  que un premio Nobel de física puede ser miembro al mismo tiempo de la cofradía  de  Jesús Niño Jesús del Santo  Prepucio , e ir descalzo  por  la calle, con una caperuza, o dándole a  la carraca , y llorando  a  moco tendido.

Será que somos así.

Recuerdo uno, entonces profesor del IESE, un hombre viajado, muy leído, con tres carreras , ¡ tres!, que en una excursión, bajando del collado de Barrosa, descansando en una pradera donde habíamos dejado refrescar unas latas de cerveza en un nevero , me dijo :

-  Yo no dejaré nunca de ser del opus dei. A mi no me echarán de allí ni a bombas. ¿ Sabes por qué?: porque soy genéticamente, desde que nací, de la obra.

Entonces la frase me pareció un exceso. ¿ Qué significa eso de ser "genéticamente" de algo.  Parecía estar atado a un determinismo vital . Algo así como no poder dejar de ser algo, aunque quisieras. 

Lo sorprendente es que este hombre, simultáneamente, llevaba una doble vida que compaginaba con  el mismo argumento: también era genética la cosa. 

Dicen   los  que saben de esto  que a  lo largo de la evolución de nuestra especie el córtex, donde radica la inteligencia, se sobrepuso a los bulbos del límbico, que gobiernan nuestras emociones. Parece  que desde ese instante comenzaron los  dos  caballos , el de  la razón, y el del sentimiento, carreras   por  caminos dispares, con el ángulo cada día más  abierto, como un compás.

Hay  gente que  tienen la capacidad de vivir con los  dos  caballos  en paralelo  sin experimentar ninguna contradicción: pueden investigar en un laboratorio la aplicación de las células madre a la gestación del humano y  besar piadosamente una cruz de palo con la que conseguirá 500 días de indulgencia. 

Somos   la  leche. Si un japonudo , un árabe , un catalán, incluso un español , descubre una nueva vacuna, o da un paso adelante en el genoma o inventa un aparato muy cómodo para quitarse  las almorranas , la humanidad entera lo acepta al día siguiente sin distinción de razas, lenguas, ni de dioses.

¡Pero ,coño,  como   le toques los pobres animalitos de  la carne  que  te comes,  o els  correbous de los  pueblos de  Tarragona, o te  rías de  su equipo de fútbol, o  de la romería a la ermita  de  san Cojoncio, o  de las rosquillas  de san Isidro !  porque, entonces, ese científico, que en el laboratorio investiga el límite del universo donde se precipitan las galaxias, puede convertirse en un caníbal  o en un idiota. En  un  gilipollas,  siempre.

Sucede lo mismo cuando la política se convierte en una creencia.  Y  eso, exactamente, sucede aquí.  Y se debe a que el cerebro humano, del rico y del pobre, del listo y del tonto, del amo y el y  criado, está a medio cocer todavía.