SEPULCROS COLOREADOS.

Cuando estuve en Guatemala fui a parar a  Tamahú, que estaba en el   departamento de Alta Verapaz. Su capital es Cobán. Allí  un sacerdote me explicó que había una gran diferencia entre departamentos en Guatemala. Y la diferencia era que unos habían sido evangelizados, y otros conquistados.

Cobán, y todo su territorio, había sido evangelizado. Y eso se notaba, entre otras cosas, porque  el desprecio a lo español, como conquistador, se daba con poca intensidad. También  es cierto que el indio era pelín servil con los curas. Y también que la  mezcla de  religión y superstición e indigenismo era algo muy difícil de  definir.

Allí visité el cementerio de Chichicastenango. Es un lugar muy especial:  es costumbre  pintar las lápidas  de vivos colores.  Una  vuelta de tuerca a la metáfora de los sepulcros blanqueados.

Después de todo, llevar una doble vida es muy excitante. Necesitas continuas descargas de adrenalina que te mantengan siempre en estado de alerta para que la ficción no se rompa. 

Un mal gesto puede generar una traición o una venganza que pondrá patas arriba tu biografía. 

Basta un descuido  y puede abrirse el armario y caer el muerto de bruces en el salón en medio de los invitados.

Hay dulces lágrimas de beata que esconden un adulterio; sofisticadas damas de alta sociedad que tiemblan por si se descubre su pasado en cualquier prostíbulo.

Empresarios piadosos con un hijo que lleva su sangre, pero no su apellido. 

En ese cementerio los sepulcros no estaban blanqueados, estaban llenos de colores. Paseé por entre las tumbas. Aquel día encontré una ceremonia donde unos chamanes oraban mientras enterraban alguien. Uno de ellos , en un momento determinado comenzó a pronunciar el nombre de Manuela muchas veces.

Me llamó la atención.

Pregunté la razón del nombre...era el nombre de la hermana de uno de los familiares.