De pequeño creí en los Reyes Magos. Aquí tenéis la prueba. Con mi sombrero de pluma y una emoción maravillosa.
Hoy queda poco de ese niño.
La vida ha ido acumulando capas en un volcán que lleva mi nombre. Una vida intensa. Parece que han sucedido cosas todo el rato. Y , aunque quisiera con todas mis fuerzas acercarme a ese Rey y creer, no puedo.
La belleza siempre es inesperada. Y aún me sorprendo de toparme con ella . Sé a quién le debo estar aquí, ahora. Y del modo en el que estoy. Quizá ese deba ser nuestro propósito más férreo: que el mundo continúe con su vagar precioso.
Que todos mis errores, mis equivocaciones, mis vanidades, mis pecados, todas esas travesías erráticas por las que anduve no me lleven a la desesperación. Estamos cansados. Yo desde luego lo estoy . Es parte del viaje. Como el crepitar de la leña en el fuego que nos quema, o la voracidad naranja del atardecer. Es parte del viaje también esta tristeza súbita al ver al niño que fui saludándome desde la otra orilla , la de la infancia, que me mira desde esta fotografía.
Siempre hay motivos para coger todo ese desorden de papeles de asuntos pendientes que están encima de nuestra mesa y tirarlos a la papelera. A veces se tiraría uno también.
Igual que cuando nos amputan un brazo empezamos a sentir ese miembro que ya no está, que duele como si siguiese allí , y sentimos que la amargura acampa en nuestros labios, la pena deviene en oleadas. Y todos caemos, de repente, en un abismo que es del color de lo que no somos, que se extiende bajo tus ojos cuando las cosas nos vienen mal dadas. Esa vasta extensión en la que tengo miedo de adentrarme . Donde manda un demonio. Un rey oscuro y desmemoriado con manto negro.
Os deseo un 2024 radiante. Que el dolor no lo devore todo. Que encuentres el amor, que es lo que le pediría a ese Rey de la foto para ti. Que la luz, tan flaquita a veces, no se desmaye en tus miedos. Que los días sigan siendo maravillosos, que te rías de ti , que todo lo que os pese se vuelva ligero, que se lleves los años como globos de colores en una mano infantil, que batalle el deseo en vuestras entrañas, que se rompan las cosas que luego puedas comprar .
Que ardamos sin consumirnos. Que las mentiras no puedan contigo Que tu puerto celebre bienvenidas y partidas.
Y que el amor, como la fruta, os manche los dedos.
Y que Dios te bendiga.
Cuando era canijo los Reyes me echaban - porque al día siguiente en el colegio te preguntaban " ¿ qué te han echado los Reyes?- cosas que hoy están mal vistas, o prohibidas.
Un fuerte de madera y una caja con dos bolsas de plástico hasta arriba de indios y vaqueros. Y una escopeta que impulsaba bolas de plástico, y una estrella de sherif . Y después salía a la calle y me estaba con un puñado de amigos con las rodillas desolladas y nuestras madres curaban los estropicios con un golpetazo de mercromina.
Tanta Playstation, tanto móvil y tanta mierda.
¡ Feliz Noche de Reyes !
Es curioso pero con esos indios y caballos, un fuerte... con mi hermano nos pasábamos horas jugando. Lo más era cuando podíamos ir al campo, al aire libre y así teníamos montañas. Luego fueron cochecitos, hasta un excalestri. Y libros y tebeos a montón, horar y horas leyendo... todo esto pasó a la historia.
ResponderEliminarCon qué poco éramos felices
EliminarSe leía, leían los niños, y los cerebros funcionaban mejor por eso
EliminarMi lujo era el Mortadelo de cada miércoles
ResponderEliminarSí señor, eso es un lujo
EliminarHombre en esos tiempos sin internet y tal, incluso memorizar la guía telefónica o contar los dedos de la mano era divertidísimo, no había otra
ResponderEliminarEra la imaginación. yo , por lo menos, no he memorizado nada, y menos una guía telefónica, tampoco he jugado a contar con los dedos de las manos - vaya mariconada.
EliminarIntuyo que isted ha tenido una infancia un poco siesa y como de pelagatos, porque yo eso de contar con los dedos, la verdad, me suena muy chungo.
Yo creo que si había mucho. Salir a explorar la ciudad ya era una odiesea, tener amigos para jugar, casas donde ir, donde te quedabas a cenar; los Madelman, los Geyper, a jugar con Guisval miniaturas en metal; el auto cross; los garajes: los matchbox; y no hablo de juguetes caros; no hablo de Attari. Hablo de imaginación, de heredar juguetes de hermanos, compartirlos con amigos y salir al mundo a explorar.
ResponderEliminarY la calle como un lugar donde recortabas un trocito de mundo y te aprendías a ser tú.
EliminarSe nos fue Hutch de Starsky y Hutch. Todavía recuerdo las zapatillas de Starsky.
ResponderEliminarNo vi ningún capítulo de esa serie, de todas formas, me uno a su pesar . Por lo que veo era un guaperas. Descanse en Paz.
EliminarLo que había era lo que había, ahora alguno lo idealiza pero básicamente las distracciones eran eso más o menos, memorizar guía telefónica o contarse los dedos de las manos. Uno era más joven entonces, eso sí
ResponderEliminarDon Erre con Erre
EliminarContar con los dedos de las manos? Es en serio? Eso es muy gay. Al menos escóndete toda la tarde debajo de la mesa camilla o toca los botones del portero automático y sal corriéndo.
ResponderEliminarYo creo que el de los dedos es un ser con serios problemas de habilidades sociales. Lo que siempre se ha llamado un tío más colgado que un fuet
EliminarYo recuerdo sobre todo el jugar en la calle .con un montón de chicos y chicas .sin tanto problema de nombres y apellidos.
ResponderEliminar¿ Te fijaste si había alguien por allí, colgadete, que contaba con los dedos, solo, como rarete y mojón?
EliminarNo era mi intención parece que he dado en diana. Al menos 3 personas de por aquí contaban sus dedos y memorizaban la guía telefónica. Y ahora les incomoda que yo se lo recuerde... pero si era divertido! Yo tengo un grado recuerdo de ello
ResponderEliminarAnda, anda , que tienes tú también un yogur mental de aúpa. " Un grato recuerdo de ello", dice el tío. Estás tú bueno, zote.
EliminarCreo que lo tengo identificado: había siempre un mamón de esos cada 40 ó 42 mardanos, es decir, uno por clase. Mientras él se contaba los dedos en el recreo, el resto subíamos a los árboles, fumábamos en los baños, nos colábamos en la residencia de los curas....un aburrimiento total, vamos, él si disfrutaba con el conteo digital.
ResponderEliminarPues yo me contaba los dedos... y soy muy normal, os lo aseguro. Ahora no despego la geta de la pantalla. Ya sabéis, el mundo digital y tal
ResponderEliminarY había uno de mi clase, el rarito, que tampoco sabíamos lo que hacía con los dedos y que hoy es un reputado científico. Recuerdo a otro, le llamábamos “el joseeeeep” en tono agudo, que no paraba de mover y mirarse las manos. Las voloteva a todas horas. Perdí su pista después del COU y me lo reencontré 20 años después en un vuelo transoceánico: era el comandante del 747 de Iberia.
ResponderEliminarPodría seguir con algún ejemplo vivido más, pero con decir que de los que más se esperaba de ese curso, han sido los más fracasados en la vida, sin entrar en detalles.
Ese no era el tema.
EliminarPero es bueno el comentario.
Gracias
....je, je....
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