No se puede comparar una lista de Spotify con esa musicasete donde grababa mis primeras canciones preferidas para la chica que me gustaba. Escribiendo el título de cada tema con la letra más chula que tenía en la funda de la cinta de noventa minutos marca Maxell.
La nostalgia. Me aterra mirar atrás , porque me parece que todo es peor ahora. Era más divertido corretear por las calles con mis amigos e improvisar: colarte en el cine, pedir posavasos en puticlús - y así ver escotes imposibles. O ser monaguillo para poner en la garganta , de la chica que te volvía loco, la bandeja de la comunión. O desayunar Colacao con galletas María Fontaneda. ¡Cómo me gustaría regresar y volver allí, a ese piso pequeño en Lasierra Purroy , o a esa litera en Francisco Vitoria , con su payaso de porcelana en la entrada. Con ese cuadro de las Bodas de Caná. Y cómo era aquello de no tener más que un teléfono, y una guía donde salían nombres y apellidos y dirección , y no existía protección de datos , ni pollas en vinagre. Cuando sólo había dos canales. Y esa cámara de fotos que usaba tu padre - ¡ qué maravilla!- donde los carretes eran, como mucho, de 36, y revelarlos costaba un dinero.
Cuando creías que si te bañabas antes de la hora de hacer la digestión te podías morir.
No quiero regresar a esos años, que tenía sus cosas regulares, como todos los años. Pero sí es el deseo de volver a ser ese chaval, cuando era bueno y era inocente. Despreocupado. Curiosón. Sin responsabilidades. Con la vida por delante.
Y ahora, con sesenta y siete años , con muchos adherencias en el casco , y que se nota que ya hay cosas que no me entusiasman
Cuando voy a Zaragoza a visitar a mi madre y subo en ascensor recuerdo a mi padre. Tenía la costumbre de rezar las tres avemarías mientras subíamos o bajábamos - vivíamos en un noveno. Y lo hacía solo, o con sus hijos.
Y yo ahora hago lo mismo. Rezo las tres avemarías. Pero si voy acompañado de mis hermanos no lo hago. Cada uno ha crecido a su manera.
Nada más nostálgico que terminar siendo igual que tus padres.
Si aquellos a quienes comenzamos a amar, pudieran saber cómo éramos antes de conocerlos, y los caminos que hemos tomado para llegar a ellos … se darían cuenta del milagro que obraron en nosotros. Y lo mucho que tienen que ver tus padres en esos derroteros.
El tema de la nostalgia es que recuerdas los buenos momentos. Pero después de las galletas Fontaneda o Chiquilín, pudo haber momentos de angustia, de un lunes en la mañana a 7.40 con niebla camino de un examen de matemáticas o de una posible exposición en la palestra delante de 40 urcos esperando despedazarte como hienas y nadie que te librará de eso o granos o bigotines horribles. El pasado hay que tomarlo como fue. No a beneficio de inventario. Nuestro presente es igual. Nuestra vida es así.
ResponderEliminarEn mi caso, soy un nostálgico de tomo y lomo.
EliminarSe debe usar la táctica "oras non numero nisi serenas" combinada con la táctica "quasimodo geniti infantes".
EliminarNunca fallan.
Estoy convencido de que hay que regresar a la infancia. Y rapiditos. Volver al primer puerto.
EliminarToda la razón.
ResponderEliminarhttps://religion.elconfidencialdigital.com/articulo/de-libros/gregorio-lopez-bravo-miembro-opus-dei-servicio-progreso-espana/20241007004039050434.html#google_vignette
ResponderEliminarSalga de la caverna, dúchese, no tema a la modernidad, no tema a lo plural, al acuerdo, al consenso.
ResponderEliminar¡Usted no tiene ni puta idea de lo bien que se está en esta caverna!
EliminarLo siento , no tengo cambio.
Ay Suso, dices que eres un nostálgico de tomo y lomo. Yo también. Leerte me carga las pilas. Colgué las botas en el Español a los 40 hace más de dos décadas y menos de tres. Mi último stage de pre/post temporada fue en Gran Canaria, para ver si renovaba contrato. Nada. ¡Como recuerdo los partidillos de entrenamiento en la playa de la Vegueta! ¡Los últimos! Se me caían las lágrimas de solo pensarlo. Carrera internacional, eso sí con muchas lesiones durante el camino, incluso con dos ligamentos cruzados destrozados – el anterior y un colateral lateral- , pero milagrosamente di cuerda hasta los 40, como Jessé. Buen reciclaje posterior, a Dios gracias, Quien nunca abandona a los suyos. ¡Un fuerte abrazo a ti y a toda la peña!
ResponderEliminar¡Nunca abandona a los suyos! ¡Jugamos en el mismo equipo!
EliminarUn abrazo
A mi me pasa al revés. Y tampoco es bueno.
ResponderEliminarMe da la sensación que todo en el pasado fue gris, con algunos momentos luminosos y otros momentos muy oscuros. No volvería a mi infancia. He sido plenamente feliz a partir de los 24, y cada vez lo he sido más.
Incluso ahora, con un ictus a mis espaldas, algunas facultades mermadas, y el síndrome del nido vacío que empieza a asomar; incluso ahora, soy muchísimo más feliz que antes de los 24. Es como si, a medida que pasan los años, la felicidad se aposentara. Muestra, eso sí, su vulnerabilidad para que no me confíe. Pero ni un día de mi pasado a cambio de ninguno de mi presente.
Supongo que influye el hecho de que la época en que he tenido a mis hijos ha sido de una felicidad que cuesta de describir. Pero sobretodo el encuentro con un Dios que es de verdad y del cual nadie me ha contado ninguna ficción.
Al principio he escrito que tampoco es bueno no recordar nada bueno de la infancia; y lo hubo: cabañas en el bosque, una montaña entera para mis primos y para mi; mis hermanos y mis padres en la playa; cuando hacíamos música con mi padre; los amigos del cámping... pero no sigo porque en seguida me topo con recuerdos angustiosos. Es así.
PRISCILIANO
Yo también he tenido momentos horribles en mi infancia, adolescencia, madurez.... pero tengo la capacidad de olvidarlos, de no volverlos a sentir. Lo que sería el resentimiento.
EliminarHoy también tengo momentos buenos y horribles. De algún modo olvido los malos. Quizá sea poco responsable, pero es así.
Seguramente, Prisci, estoy convencido, usted será un padrazo, y de abuelo será para verlo.
EliminarMi fuerte es la imaginación, la tengo poderosísima, y sí, he sido, y soy, muy feliz.
Gracias por compartir.
Yo coincido con Prisci. Antes de los 23, todo es gris y anodino. Frío. Se fue calentando y adquiriendo colores a partir de ahí. Sin comparación.
EliminarEnvidio mucho las infancias felices. Es un refugio al que volver en cualquier ocasión.
Suso, yo también soy un nostálgico. Leerte me trae muchos recuerdos, tuvimos vivencias parecidas, mientras militábamos en el OD. Y sigo teniendo cariño a los ex-compañeros, pasados más de 30 años desde que pegué el portazo. Incluso les llamo por teléfono, si me entero de que están enfermos. No sucede lo mismo al revés.
ResponderEliminarSanyi, leo tu comentario y deseo que aquello de la inspección se haya solucionado o, cuando menos, esté en vías de solucionarse. Ánimo, fuerza y un abrazo enorme.
ResponderEliminarGracias: va para largo.
EliminarPues yo me lo pasé teta en la infancia y en la adolescencia. Hasta que vinieron con los cuentos de la vocación y sus derivadas. A partir de ahí y hasta la tocata y fuga, y reconstrucción posterior, años jodidos. A mí el tener un hijo me ha dado la perspectiva del tiempo perdido en ir corre que te corre a misa y en rezar no se sabe cuántos cientos de letanías y rosarios. Tiempo sustraído a pasar el rato, precisamente, con tu hijo. A mi no me pillarán en esa…
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