Mi madre tiene noventa y dos ñapos. Está fenomenal de cabeza, de corazón, y de buen humor. Para mi es una bendición poderle llamar y decirle que la quiero mucho. Es algo que durante años no hice. Hoy se lo diría a todas horas. Esa mujer no ha hecho más que avivar los rescoldos del amor que hay en el corazón de sus hijos. Por nada del mundo querría vernos desunidos. Y no ha hecho más que soplar y soplar las ascuas.
Mi madre ha tenido una vida muy dura. Muy dura. Sin embargo, es de una alegría, de un buen humor, de una socarronería, que nadie sospecharía que allí dentro hay muchas lágrimas. Y mucha fe. Y una fe que es amor que abraza a todos. Le da lo mismo que sus hijos hoy vivan en situaciones que no comparte. No habla de eso. Lo acepta. Prefiere que todos estemos unidos, que nos queramos...no juzga, no dice ni mú. ¿ Qué sus nietos se casaron por lo civil?, pues allá que se fue a darles un abrazo y besos en la ceremonia. ¿ Que viven arrejuntados y empecatados?, pues les invita a casa y palante. ¿ Que ...?, para qué contar. Con los años cada uno ha salido como ha salido, al final el agua llegará al mar. Pero todos arracimados junto a mi madre.
En una madre habitan todos los mundos. Mi único talento como hijo fue decepcionar a la mía. No sé si alguna vez soñó conmigo futuros maravillosos, pero en poco tiempo quedó claro, muy claro, que había parido un desastre: robaba, fumaba, era un guarrete, hacía muchas payasadas , los vecinos estaban hartos. Mi imaginación era extraordinariamente loca. Un trasto. Un día me cazó con una colección de posavasos de puticlús que tenía escondidos.
Repetí cursos, suspendía todo. Me escapaba de casa. Bebía, desperdiciaba mi niñez, mi adolescencia. Incluso una noche que me pilló llegando a las tantas, catorce años, me preguntó si iba de putas. Fui muy de preocupar, la verdad.
Mi padre, muy enfadado, fuera de sí, me profetizó " eres carne de cárcel".
Mis madre - mis padres- no fueron el puerto en el que amarré mi barco. Fue la playa a donde llegué nadando después del naufragio. Pero también vale eso. La vida, hoy lo sé muy bien, es un mar agitado, imprevisible, pero los padres, al menos los míos, siempre estuvieron allí, inmutables, como un faro. Su paciencia es más grande que sus abrazos, que sus besos.
Hoy sé que no hice las paces con mis padres hasta que no hice las paces conmigo mismo.
¿Y qué hizo esa mujer ?. Nada. Lo de siempre. Estar allí. Estar allí y rezar su rosario todos los días. Nos fuimos y siguieron rezando.
Los hijos somos como esas plantas que amarillean y parecen quebrarse , pero terminan sobreviviendo y alcanzan el verdor gracias a los cuidados de quien nunca dejó de querernos, ni dejó de confiar con ese " a ver si esta vez..."..
Mi madre sabe que los amores gigantes se encierran en los pequeños gestos. ¿ Qué gestos?, te preguntas. Pues aquel beso que te daba al irte, o al llegar a casa, y que ahora me sabe al primero.
Algún día me sorprenderá la noche y ya no estará ella , mi madre, la patria de mis besos, anidado en su olor, en su humor, en su alegría. No sé lo que soy, pero soy suyo.
No se me olvida felicitar a tod@s aquell@s que no tuvisteis madre y fuisteis criados como Mowgli por una pantera en la selva...¡no estáis sol@s!
Qué maravillosas palabras
ResponderEliminarHermosísimo escrito, una bella forma de honrar a tu mamá.
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