miércoles, 10 de mayo de 2023

LEYENDO LAS PÁGINAS EN BLANCO.

Ayer me lleve una muy agradable sorpresa. Unos exalumnos de Viaró me sorprendieron con la noticia de que estaban haciendo el Camino de Santiago portugués. Venían con un grupo de  personas con discapacidad,  dieciséis . La historia vale la pena escribirla.


Estos alumnos son muy amigos entre ellos desde los años del colegio. Uno de ellos es padrino de la hija de otro. Al parecer la niña tuvo un problema  de salud y éste decidió que si sanaba realizaría el Camino de Santiago. Y allí nació la costumbre. Llevan ya cuatro Caminos. Lo hacen acompañando a unas personas con discapacidad. 


Y hemos pasado dos días bien majos. Muy divertidos. Es difícil no disfrutar en compañía de estos ángeles, hoy  tan perseguidos por una sociedad egoísta y terrible.  


Chesterton  escribió que para muchos hombres serios  y cabales    correr tras el sombrero era humillante; y cuando decimos que es humillante, queremos decir que es cómico. 


Ciertamente lo es.


Pero a veces la vida nos quita el sombrero, y lo echa a volar cuando menos lo esperamos, cuando más serios y ceremoniosos andábamos por ella. Y lo echa a volar y volar, y corremos  de una manera ridícula detrás de él.


Y que nazca una hija con síndrome de Down, o una parálisis cerebral o, una  discapacidad severa , es bastante más que un sombrero girando por el cielo calle abajo. 


Pero hay padres que echan a correr a por ese sombrero, sin dar por perdida la pieza, sin importar lo ridículo de la situación, o lo que la gente pueda pensar.


En realidad todos los hombres son graciosos, sobre todo cuando algo les importa.  El amor importa. Y ese tipo de amor, muchísimo. 


Vivimos tiempos donde la persona con discapacidad lo tiene muy jodido.  Sufrimos gobiernos , también los conservadores, con mentalidades antinatalistas 


Quienes legislan así  no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen. Cualquier vida es única e irrepetible y tiene tanto valor como otra. Si hubiese una vida sin importancia, ninguna sería importante.


Yasunari Kawabata tiene un cuento titulado La madre que podía leer. 


Sus protagonistas son una madre y un hijo. El hijo está loco. Se pasa los días encerrado, escribiendo sin descanso. Mas sólo se imagina que lo hace, pues el papel continúa en blanco. 


Cuando llega su madre, le pide que le lea lo que ha escrito, y ella, conmovida por la locura de su hijo, empieza a inventárselo. Le cuenta entonces sus recuerdos de niña, las historias de su juventud, mientras el hijo piensa que es él quien los escribe. 


La madre recuerda cosas que había olvidado, y su amor le hace pensar que es su hijo quien se las hace decir, y así las almas de los dos se funden en un sola. Lo que se dicen dos sombras, tal es el argumento de este hermoso cuento. Pero ¿acaso el amor no es ese juego entre nosotros y  sus sombras?


Estoy  convencido de que  muchas  de  esas personas que  sufren  grandes  discapacidades  , y  que no entendemos, ni siquiera ellos, su  razón  de  nacer y vivir, tienen en sus médicos, enfermer@s , cuidador@s  quien les  lea esa biografía de aparentes  páginas  en  blanco.





3 comentarios:

  1. Los domingos veo a un grupo de discapacitados en Misa con unos chavales que les cuidan. No se me ocurre mayor generosidad que usar el fin de semana de uno para este menester. Quilates

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  2. Preciosa historia. Frente a estas historias dónde queda el cabreo estúpido porque un cura te ha dicho que no te gires antes de tragar la Hostia en la Comunión.

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