viernes, 12 de mayo de 2023

EL AMIGO INVISIBLE.

En uno de los colegios donde trabajé me tocó lidiar un en un ambiente difícil, de corral, pequeño, de mentalidades holgazanas, pueblerinas y deslenguadas.  


Era el nuevo subdirector, y eso, en lugares donde todo el mundo cree saber más que tú, y que caes allí como un paracaidista , es un problema. Uno tenía muy claro que la razón del cargo no era por méritos propios. Eso yo creo que no se le escapaba a nadie. 


Así que decidí , los primeros meses de mi toma de posesión en el negociado de primaria, ver, callar, observar, y  poner el oído a ver qué sucedía allí. Alguien me dijo una vez que un buen directivo es aquel que pasea por las aulas con las manos en  los bolsillos, como si no tuviese nada más que hacer. Y eso es lo que hacía. Me colocaba en la entrada del colegio a primera hora de la mañana, sonreía y saludaba a todos los que entraban  - profesores, alumnos, padres- , y después iba entrando en las distintas clases  a escuchar y mirar, un día aquí, otro día allá. En unos meses me conocía todo el colegio.


También me entrevisté a solas con todos y cada uno de los profesores. De todos tenía una información de maledicentes - en los colegios los hay a manta cascorro- que había recopilado en los comedores de profesores , tertulias de cafés, y  de padres, que siempre venían con cuentos a verte con eso de "si quien yo me sé levantase la cabeza". 


"Quien yo me sé" podía ser desde el Fundador del Opus Dei, hasta un antiguo director del mismo colegio, ya jubilado, o el inspector  provincial de Enseñanza. Es curioso cómo cuando unos padres se cabrean aparecen gente muy principal como arma arrojadiza.


Uno de los profesores tenía fama de alcohólico. El hombre se tomaba antes de subir al autobús del colegio una copita de coñac. Al llegar , iba al comedor de profesores , y en la nevera se tomaba un vinito o dos. Una hora y media después,  durante el patio, se pegaba otro lingotazo de clarete. O dos.  En la comida podía trasegar dos o tres más . Y alguna escapadita más , pima pam, antes de regresar a casa. 


Hablé con él. El hombre, justo  es señalarlo, era muy buen profesional, con décadas de servicio en el colegio . Tenía prestigio. Y le comenté:


- Lo que te voy a decir no te va a gustar. Tienes fama de bebedor. La llevas puesta como los judíos  la estrella de David  Puedes hacer lo que quieras, puedes pensar que son habladurías  y  calumnias. Yo creo que es una pena que te jubiles con esa mancha en la memoria de tus alumnos ( le quedaban muy pocos años para retirarse)  , porque eres el profesor que enseña a leer a niños. Y enseñar a leer requiere cercanía. Y a ti te huele el aliento a vinazo. La memoria de tus alumnos esas cosas no la olvidarán.  Por mi puedes seguir con esa costumbre, pero de verdad pienso no mereces lo que dicen de ti esta panda de cabrones.


Lo de la panda de cabrones tiene su historia. En ese colegio tenían la costumbre de celebrar el amigo invisible en Navidad , y el año anterior a mi llegada a ese hombre le humillaron dedicándole el "amigo invisible" una  Oda a la botella". Estaban todas las mujeres de los profesores . Podéis imaginar el chorreo de su señora.


Me estuvo mirando con mucha atención. Muy colorado. Cuando terminé, miró su reloj, le dio un golpecito con el dedo, y dijo:


- Hace dieciséis años dejé de fumar y no he vuelto a tocar un cigarrillo. Hoy, a partir de este momento, dejo de beber. 


Me levanté, le di la mano. Y allí terminó la conversación.


Mientras estuve en el colegio, dos años y medio , así fue. De vez en cuando charlaba con él y era otro. Estaba feliz. Incluso le ofrecí que impartiera una conferencia para los padres. ¡ Nadie nunca en sui vida allí le había propuesto algo así!.


Nos cargamos "al amigo invisible", me presentó  a su mujer. Era otra persona.


Después dejé el colegio, la enseñanza, y me busqué la vida. Una mañana, iba a entrar en una residencia de mayores, me lo encontré tomando una copa de coñac. Le quedaban dos años para jubilarse. Charlamos. Y  de repente, interrumpe , y me dice:


- Perdona, voy al colegio.


Y vi , otra vez, un hombre triste, derrotado...el puto amigo invisible lo había vencido. Como un exiliado interior en ese colegio, esperando dos años para mandarlos a la mierda.






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