Ayer , en A Estrada, tuve una experiencia muy curiosa.
Una señora se me acercó muy emocionada , con cara entre conmovida y fascinada , y me preguntó si yo era el cantante Amancio Prada.
La vi tan ilusionada que asentí con cara de San Juan Bosco , la bordo , y le dije que si.
Abrió el bolso, sacó una libreta y me pidió un autógrafo.
- ¿ Cómo se llama, señora?
- Trátame de tú, Amancio... Elena.
" Para Elena, con cariño, cada vez que pienso en ti me subo por las paredes y no sé cómo no me mato".
Sacó el móvil, y nos hicimos una foto.
- ¿ Puedes cantar un poquito de alguna canción?
Por suerte recordaba una. Y susurré:
" Adios rios, adios fontes
Adios regatos pequenos
Adios vista dos meus ollos
Non sei cando nos veremos…"
¡Qué fácil es hacer feliz a una persona siendo placebo de otra!
Después estuve dando vueltas al encuentro. No es la primera vez que alguien me confunde con un famoso. Hace dos años , en un restaurante, un caballero me preguntó si yo era Arturo Pérez Reverte. Se llevó otra foto y una dedicatoria.
Ayer pensaba que no soy más que un placebo de otros. No me refiero a personajes famosos. Un placebo , esa sustancia que carece de actividad farmacológica pero que puede tener un efecto terapéutico cuando el paciente que la ingiere cree que se trata de un medicamento realmente efectivo, de modelos de santidad, de fe, de caridad, de ejemplaridad...¡ de tantas cosas!: no he sido más que un imitador de virtudes que no vivía.
¡ Cuánto cuesta aceptar que no has sido más que un impostor! Estos días algunos habéis contado historias que hacían referencia a encuentros conmigo , hace años, y ayer pensaba que no eran muy distintos al de esta señora que creyó haberse fotografiado con un ídolo que no era.
No, no eres un placebo. En ocasiones me pasan cosas semejantes a las que cuentas y actúo de la misma manera. Resido fuera de España, imagina con cuántos españoles me han confundido. Lo que más disfruto es la dedicatoria con firma, en ese trance me vengo arriba como campeón. Y acepto todo tipo de fotos excepto desnudos: con borrego, sin borrego, al volante, en el asiento de atrás, en escorzo sobre el capó (esta es mi especialidad), trepado al maletero, con flash, sin flash, gran angular y su puta madre. Antes pedía a los agraciados que me las enviaran enmarcadas a casa y por mensajería. No tengo el menor complejo de impostor y, sin embargo, lo he sido en varias ocasiones y no me refiero a las registradas. Yo te conocí Suso Mendive y así te he recordado todos estos años. Todo lo que narras lo narra Suso Mendive. Todo lo que narrabas lo narraba Suso Mendive. En misa eras Suso Mendive y no un tipo agazapado detrás de la apariencia de Suso Mendive que simulaba asistir a misa. Si un impostor ha hecho tanto bien, convendría que hubiera muchos impostores. Y el bien es la verdad o no o quién sabe. Ojalá escribieras una novela de iniciación centrado en tus años con los jesuitas.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
EliminarLo de la novela me va royendo allá dentro.
Lo de los parecidos está bien cuando uno es joven y te hablan de que tienes un aire a Paul Newman o Harrison Ford; empieza a ser menos divertido cuando te dicen que les recuerdas al calvo de Jungla de Cristal (así, innominadamente); y se jode del todo cuando te dicen que eres el vivo retrato de Jack Nicholson en el hotelito (con el hacha en la mano). Tempus fugit.
ResponderEliminarBien visto!
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