He conocido unas cuantas personas que me han desconcertado por su carácter peculiar. En mi vida, aquí y allá han ido apareciendo , seres que tenían la vocación , intensa y obstinada, por la miseria y la desgracia.
Dicho de otro modo: personas con el afán de conseguir la desdicha como camino para alcanzar la felicidad. Sólo eran felices jodiéndose a sí mismas, y jodiendo a los demás. En algunas de ellas , tanto mujeres como hombres, el empeño era duro y esforzado porque la vida se lo ponía difícil. Alguno lo tenía todo para ser feliz: era del opus dei, tenía un ambiente propicio, vivía una vida burguesa de clase alta, estaba casado con una mujer guapa, de buena familia, rica, paciente. Tenía hijos bien criados.
Y, a pesar de todo, le encantaba buscar los tres pies al gato en su miseria.
Uno llevaba años perdidamente enamorado de una amiga de su hermana, una mujer guapa y rica. Todo el mundo conocía ese amor. Iba de romería con sus amigos pidiendo a nuestra Señora por Carla. Velas al Cristo de Lepanto - la costumbre es ir a sus pies mudo y, una vez allí , pedírselo por triplicado: ' Carla, Carla, Carla!". Pero el no conseguirlo era lo que le hacía feliz.
Lo que no esperaba es que Carla un día dijese que sí.
Pobre hombre: estaba condenado a ser feliz en las calabazas y resulta que tuvo que ingeniárselas para echarla a perder. De soltero , apenas tenía interés por la vida real, parecía como si aún le hubiera de llegar la hora de humanizarse y de comprender las debilidades de los demás.
Una vez le hicimos un pequeño obsequio en el colegio por la llegada de un bebé. En lugar de dar gracias y saltar de alegría por el detalle , rompió a llorar.
Después le pregunté la razón de las lágrimas.
- La verdad es que no lo sé. Me ha dado tanta vergüenza ver tanto cariño que me ha entrado la llorera.
Lloraba, aunque él no lo supiera , porque gestos como aquel hacían más difícil su conquista de la infelicidad.
Su mujer era muy guapa. Mucho. Y el tío , celoso de los que oyen los clarines nada más entrar en la plaza, en cuanto podía abandonaba la fiesta recién comenzada, y le daba la paliza a la pobre preguntándole entre sollozos como era posible que , habiendo hombres tan guapos y ricos , hubiese casado con uno tan feo y tan torpe como él.
No creo que a ella le llevase mucho tiempo hacerse esa misma pregunta, así que un día se dio el piro.
Cuando esta vocación a la desgracia y al pobre de mi la posee una mujer, puedes darte por jodido. Como madres , las he sufrido en los colegios , y son de lo peor. Estás arruinan la buena fama de un santo en las paradas de los autobuses. Y si son supernumerarias, ¡ Dios mío!, no pararán hasta que les sobren motivos espirituales para sentirse resentidas, humilladas, ofendidas y sublimemente desgraciadas.
A ese tipo de personas ahora se les llama "personas tóxicas". Yo siempre les aplico el refrán del "perro del hortelano", que ni come, ni deja vivir, en este caso, ni viven, ni dejan vivir.
ResponderEliminarEnvidioso. Yo tengo mujer e hijos y soy muy feliz. Duele pero es así, lo siento.
ResponderEliminar¿Y dónde dice el míster que tener mujer e hijos te hace infeliz?
ResponderEliminarNo viene a cuento, pero a veces, para largarse, hay que se ser muy valient@...
ResponderEliminarAl anónimo de 14:45. Ni te duele ni lo sientes. Y, desde luego, no eres feliz porque de otro modo no hubieras escrito lo que has escrito. Suso acompañó a su mujer en su enfermedad y en su muerte. Lee esas entradas, a lo mejor tienes suerte de sentir algo. Aun con eso, es imposible que seas feliz porque la felicidad es inseparable del verdadero dolor que desconoces. Lo siento por tu mujer y tus hijos.
ResponderEliminarBueno, es posible que sea uno más que cree sus propias mentiras. Son muchos los que se zambullen en el matrimonio como la puerta de la legalización de la prostitución, y no lo saben.
EliminarTampoco vale la pena entrara algunos capotes.
Independientemente de lo que hagan y consigan, no pueden valorarlo, valorarse, disfrutar… ideaciones de catástrofe… felicidad inalcanzable…lagarto, lagarto: Madre psicópata, que las hay y que juegan con las emociones y anhelos de sus hijos. Cuánta más destrucción crean, más listas se creen. Crean y mantienen una idea elevada y falsa de sí mismas devorando, castrando a sus hijos. Y sí, lo único que se puede ver de ellas es una dureza inquietante a veces, en las fotos.
ResponderEliminarEl Túnel de los Palomos
ResponderEliminarPrefacio
Apenas hay algún libro mío que no tenga “El Túnel de los Palomos" en algún momento u otro como título provisional. Su origen se explica fácilmente. Yo era un adolescente cuando mi padre decidió llevarme a una de sus juergas de juego a Montecarlo. Cerca del antiguo casino se encontraba el club deportivo, y en su base había una terraza de césped sobre el mar y se utilizaba como campo de tiro. Debajo del césped había pequeños túneles paralelos que emergían debajo de la terraza y sobre el mar. En ellos se insertaban las palomas vivas que habían nacido y criadas en el techo del casino. Su trabajo consistía en volar por el túnel oscuro siguiendo la luz hasta emerger en el cielo mediterráneo para ser objetivo de caballeros deportistas bien almorzados que estaban de pie esperándolos con sus escopetas. Las palomas que se escapaban de los disparos hacían lo que hacen las palomas. Regresaron al lugar de su nacimiento en la azotea del casino, donde les esperaban la misma trampa.
Por qué esta imagen me ha perseguido durante tanto tiempo es algo que quizás el lector pueda juzgar mejor que yo.
John le Carré, Enero de 2016
(Traducción un poco libre)
Eso lo describía una amiga mía muy bien: "le iba todo bien y no le faltaba de nada. Y como le iba todo bien y no le faltaba de nada, se buscó sarna para rascarse"
ResponderEliminar¡Buen comentario!...gracias
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